Hola, queridos líderes:
Estoy contento y emocionado por el inicio de este año. Creo profundamente que nuestros mejores años están por delante. Será un año como aquel vino de la primera señal de Jesús; un año distinto a los demás. Un año en el que ofreceremos a Dios nuestra excelencia en todo lo que hacemos. Por eso quiero enfocar estas cartas en dos aspectos: nuestra excelencia en el puesto de liderazgo y nuestra excelencia en la función de liderazgo.
Personalmente creo que el puesto de líder es el resultado de un servicio genuino y sacrificial: Jesús bebió de la copa sin afán de asegurar Su lugar ante Dios. El liderazgo implica vendar las heridas del que está caído sin miedo a perder el título de sacerdote en la sinagoga, y no solo es profesar la Palabra del Señor y cambiar tu usuario en redes sociales. Pero si soy honesto, es incongruente de mi parte escribir lo anterior porque yo sí lo busqué.
Recuerdo que cuando tenía 11 años le dije a mi papá: “Quiero llegar a ser pastor como tú”. Lo anhelaba y todavía lo anhelo. Está bien desearlo, solo les ruego que sean cautelosos con los deseos de su corazón. Pablo le dijo a Timoteo: “Si alguno anhela obispado, buena obra desea” (1 Timoteo 3:1).
Mi deseo es que te encuentres con el Espíritu Santo que te guíe a la búsqueda de la buena obra. Para esos anhelos del corazón pregúntate lo siguiente: ¿Estás orando por las personas? ¿Estás visitando al necesitado? ¿Estás compartiendo la Palabra del Señor? ¿Estás repartiendo comidas y creciendo en amistad? Descansa en tus obras y no en un título de “líder”.
El corazón de las personas siempre estará tentado por el poder y llamarte “líder” solo te pone en un lugar un poco más expuesto. Les recomiendo volver a ver El Señor de los anillos o Narnia con estos lentes. Es un error pensar que no nos puede pasar porque en la Iglesia ha pasado desde el siglo I hasta el siglo XXI. Incluso la historia de nuestra iglesia nos enseña que los pastores también han caído en esa tentación.
Mi temor de todos los días es caer en esos deseos. Les pido que mantengan sus oraciones por mí.
Escuché que entre ustedes ha existido el abuso de poder. Rueguen al Espíritu Santo que los libere de su ceguera para arrepentirse y pidan por amigos que intervengan en su mal caminar. Quiero hacer énfasis en la responsabilidad y excelencia que debemos tener en nuestro puesto como líderes. Tengo el ánimo de exhórtalos por medio de lo que el apóstol Pablo les solicitó a sus obispos en 1 Timoteo 3:2-7: “Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro; que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?); no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo”.
Recuerden siempre que liderar sin dar el ejemplo es abusar de poder, mientras que liderar con el ejemplo es amar el Evangelio de Cristo.
Casa de Dios, te quiero mucho.
Por: Juan Diego Luna