Hay una película que me encanta porque no importa cuantas veces la pasen en la televisión siempre me quedo viéndola, es Man on fire. Hoy no te voy a hablar de la trama de la película como tal, pero sí de una canción que aparece durante la película, es Una palabra de Carlos Varela, que dice así (imagíname cantando con mi melodiosa voz): “Una palabra no dice nada y al mismo tiempo lo esconde todo, igual que el viento que esconde el agua como las flores que esconde el lodo…”
Cada vez que escucho esta canción me doy cuenta de una gran verdad: las palabras son importantes, tanto las que decimos como las que escuchamos. Existen personas que con sus palabras nos dan alas y otras que nos ponen ladrillos sobre la espalda. ¿Qué tipo de persona eres tú?
Creo que todos hemos escuchado historias en donde las palabras de una persona fueron las que inspiraron a realizar grandes proezas y, tristemente, también hemos escuchado ejemplos en donde una sola palabra a dilapidado las aspiraciones de alguien.
Si nuestras palabras tienen el poder de dar vida o quitarla, como dice en Proverbios 18:21: “La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos”. Imagínate cuánto poder tiene una palabra que sale de la boca de Dios. Solo para que nos demos una idea, en Génesis 1:3 dice: “Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz”.
Con tan solo una palabra que salió de la boca de Dios se creó la luz. Si seguimos leyendo todo el capítulo nos damos cuenta de que toda la creación fue producto de lo que Dios habló. En el Nuevo Testamento hay una historia muy similar en donde un centurión romano necesitaba un milagro para su criado y le dice a Jesús: “Tan solo di la palabra y mi siervo sanará” (Mateo 8:5-13).
A veces lo único que necesitamos en la vida es volver a escuchar la voz de nuestro Padre porque con una palabra que salga de Su boca sucede el milagro que necesitamos. Si necesitamos un milagro de sanidad solo basta una palabra de Dios. Si necesitamos un milagro económico basta una palabra del Señor. Si necesitamos ser libres de alguna atadura es suficiente que Él hable. Una palabra lo esconde todo.
Por: Diego Herrera