Hola, queridas ovejas.
Con bastante amor, respeto y honestidad quiero dar inicio una serie de cartas que le dedicaré a mi equipo. Algunos de estos escritos serán para los líderes bajo nuestra responsabilidad (la de mi amada esposa Meli y yo) y otros serán para discípulos de quienes no tenemos un liderazgo directo, pero somos compañeros de trabajo y parte de la misma congregación: nuestra hermosa Casa de Dios.
Durante mucho tiempo he tenido la mentalidad de hijo de pastor; es decir, procuro tener una actitud que reconoce el trabajo de mis padres desde 1994, cuando fundamos nuestra iglesia, que también reconoce y respeta el trabajo de los líderes, sobre todo el de aquellos que nos han acompañado desde que inició el modelo de Jesús en 1999. Tengo un profundo agradecimiento por su esfuerzo y un respeto aún más profundo por todos. Quiero decirles que he procurado mantener mi testimonio: primeramente, por amor y agradecimiento a la gracia de Cristo, de la cual no soy merecedor; y segundo, por amor a mis padres —y ahora a mi esposa y a mis hijos—; y tercero, por amor a ustedes.
Me he esforzado y me seguiré esforzando en mi conducta por amor al Evangelio y por amor a ustedes. No lo digo solo por ponerme una carga de perfección porque muchos de ustedes han conocido de primera mano mis imperfecciones: los pecados con los que sigo batallando; y aun así me han demostrado su amor y han creído en el poder transformador del Espíritu Santo para mi vida. ¡Nuevamente gracias!
La parte negativa de tener la mentalidad de hijo de pastor es que siempre he querido agradarles, de lo cual reconozco que no está del todo mal hasta que llega el momento de corregir. He cometido el error de privarme de correcciones por evitar ser desagradable. La paternidad cambia a todos y algo que he observado en esta dinámica de papá (en la cual me considero novato todavía) es que mi amor hacia el futuro de José Juan y de María Emilia lo demuestro de esta forma: afirmando su identidad, haciendo énfasis en la actitud y en la acción que deben corregir, recordándoles que es por su bien y por amor a ellos que lo hago. Mi deseo es migrar de una mentalidad de hijo de pastor a una mentalidad pastoral.
Iglesia amada, Casa de Dios fue llamada a ser luz a las naciones, referente para muchas personas en oración, adoración, fe y excelencia. Creo que nuestros mejores años están por delante. Le ruego a Dios que el Espíritu Santo siga siendo paciente con nosotros, que nos ayude a ver que las actitudes de nuestro corazón deben ser reprendidas, que podamos con corazón humilde arrepentirnos, modificar nuestra conducta y así mejorar en cada una de las áreas de nuestra vida, haciéndonos más parecidos a la imagen de Cristo. Nuestro futuro es un futuro de gloria en gloria.
¡Casa de Dios, te quiero mucho!
Por: Su pastor, Juan Diego Luna