Una amiga y yo veíamos videos musicales una tarde cuando de pronto un impacto contra la ventana nos sacudió completamente. Nos acercamos a ver de qué se trataba y encontramos a un pájaro herido en el suelo del balcón. Allí, ese pequeño animal jadeaba con sangre en el pico, entrecerraba sus ojos como si tratara de absorber todo lo que pudiera de vida antes de perderla, completamente en shock. Esto me recordó a todos los que alguna vez hemos sido heridos.
No podría enumerar la cantidad de veces que me he sentido como ese pájaro que ni siquiera supo contra qué había impactado pero que ahora estaba luchando por su vida. La depresión, los conflictos interpersonales, las decepciones, el pecado y las angustias me han llevado a cuevas emocionales. Así es el dolor: nos pega fuerte cuando menos lo esperamos. Sin embargo, hoy vengo a recordarte quién es y será siempre nuestro Consolador en esos momentos.
En la Biblia leemos de David cuando, a pesar de saber que Dios lo había llamado a ser rey, salió huyendo hacia una cueva porque lo quería matar Saúl. A ese escondite le siguieron hermanos, familiares, endeudados, perdedores y desubicados de todo tipo; y David se convirtió en su líder, levantándolos como a un ejército. También leemos de Abdías, que escondió a una gran cantidad de profetas de Dios en cuevas cuando trataron de matarlos. Elías huyó a una cueva cuando lo amenazaron de muerte también.
La cueva puede ser metafórica en nuestra vida cuando nos aislamos en el miedo y la desesperación ante una prueba: huimos y no tenemos ni qué comer dentro de ella.
Hoy Dios te está llamando a salir de ella para darte de comer y descanso. “Claman los justos, y Jehová oye, y los libra de todas sus angustias. Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu. Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará Jehová. Él guarda todos sus huesos; ni uno de ellos será quebrantado”, dice Salmos 34:17-20.
De todas te salvará Dios y estará cerca siempre: cuando llores, cuando rías, cuando temas por tu vida, cuando celebres los mejores días, cuando estés enfermo en cama, cuando pienses que estás solo, cuando las deudas sean imposibles de pagar, cuando no tengas las fuerzas ni siquiera para bañarte, cuando tengas amigos en casa, cuando finalmente se haya acabado lo que tanto deseaste, cuando nuevas puertas se abran… ¡Siempre irá contigo tu buen pastor! Si hoy estás en una cueva, escucha Su voz, porque te está llamando para que salgas de allí.
Por: Daniela Quintero de Ardón