Una vez estaba viendo en la televisión un programa en donde la gente acumulaba cosas: ropa, electrodomésticos, cajas… lo que sea. Era una especie de enfermedad ligada a un trauma psicológico. Yo tengo la maña de que cada vez que voy a sacar ropa para regalar, me pongo más aprensivo y empiezo a decir: “No, ¿por qué voy a regalar esa camisa? Si bajo las diez libras que me propuse en enero ya me va a quedar”, o “Ese pantalón estoy a nada de que ya me entre”, o “¡Cómo voy a regalar ese suéter, si ya viene la época de frío!” Así sucesivamente siguen mis ideas hasta que el cesto de las cosas para regalar se queda vacío.
Me cuesta desprenderme de las cosas a veces, y es que tengo la mentalidad de que si regalo algo en algún momento me podría hacer falta. Pero un día Dios me confrontó y me enseñó a pensar de una manera distinta: a no creer que me va a hacer falta, sino a confiar en que tendré muchas cosas; no solo para mí, sino para compartir con los demás.
A veces tenemos muchos pensamientos de escasez que nos impiden ver lo que Dios nos quiere mostrar. Recuerdo una historia que leí en la Biblia acerca de una viuda que se disponía a ingerir sus últimos alimentos para luego dejarse morir ella y su hijo. La escasez le hizo perder la esperanza de seguir viviendo. Fue hasta que escuchó la palabra de Dios a través del profeta Elías que ella cobró ánimo y fe (1 Reyes 17:12-16).
Cuando vivimos un problema es muy común enfocarnos solo en este y eso puede drenar nuestras emociones al punto de que perdamos incluso el deseo de vivir. El Señor, en vez de hablarle de lo que le faltaba, hizo que se enfocará en lo que sí tenía; que, aunque era poco, era más que suficiente para que Él hiciese un milagro.
Recuerdo también otra historia en donde las circunstancias eran tan poco favorables que cuando Dios le dice a Abraham que tendrá hijos, él no logró creerle, por lo que el Señor decidió sacarlo de la carpa en donde se encontraba y le dijo que contara las estrellas. Abraham empezó a creer en el milagro de multiplicación desde el momento en que quitó su mirada de lo que le faltaba y la puso en quien le hacía la promesa (Génesis 15:1-6).
Quizás tus circunstancias son difíciles en este momento: no tienes trabajo, en tu casa no cesan las peleas y cada vez te sientes más lejos del sueño que hay en tu corazón. Déjame darte un consejo: deja de ver lo que te falta, quita la atención de esa adversidad y durante un momento voltea a ver a Dios y pon atención en lo que te ha prometido.
Lo que provocó que Abraham y la viuda de Sarepta sobrepasaran el problema que estaban atravesando fue poner su mirada en el lugar correcto: en Dios. La adversidad y los problemas nos pueden abrumar e incluso entristecer, pero el Señor siempre tendrá la solución para obtener la victoria sobre cualquier área de nuestra vida.
Deja de perder el tiempo y quita tu atención del problema que estás experimentando. Sal, mira al cielo y cuenta las estrellas. Recuerda quién es el que te acompaña y confía en Él.
Por: Diego Herrera