Tengo una sobrina de dos años y medio. Es una niña muy linda, amorosa y tierna, ¡pero a la vez muy inteligente y tremenda! Es la única nieta y se podrán imaginar a mis papás, ella es para ellos sus ojos. Le decimos “la reina de la casa”. De pequeños nunca había Nutella y ahora siempre hay, ¡cómo cambia la vida! Ahora son abuelos y solo consienten. Me he dado cuenta de que cuando hace alguna travesura o algo que le había dicho que no tenía que hacer, se aleja y se va solita, se hace la loca y la desentendida. Muchas veces sus papás la han tenido que corregir por lo que ha hecho, ¡y cómo llora! Se enoja por un ratito, pero después regresa con mucho amor con sus papás pidiendo perdón y no lo vuelve a hacer.
¿Cuántas veces no hemos sido como niños? Hemos hecho travesuras, talvez no tan inocentes como rayar una pared. Quizás hemos hecho cosas indebidas con nuestra pareja. Hemos dicho mentiras, hemos cometido pecados tan grandes que tomamos la decisión de alejarnos de Dios. Y esto es muy común, es algo que ha pasado desde siempre. Mira lo que dice en Salmos 10:11: “Dice en su corazón: Dios ha olvidado; ha encubierto su rostro; nunca lo verá”.
Durante mucho tiempo por mis pecados y mis faltas me alejé de Dios. Sí, le estaba sirviendo, pero estaba escondida de Él. Pensaba que no quería nada conmigo, me sentía tan culpable de mis pecados, de mis faltas, que lo más fácil era esconderme. Hasta que un día supe que, a pesar de todas mis faltas, de querer huir, de sentir que estaba lejos, ahí estaba Él. Sí, me corrigió, pero con tanto amor que dejé de hacer esas cosas que hacían que me quisiera alejar de Él.
En Salmos 139:7-10 dice: “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra”.
Ahora comprendo por completo cómo el Espíritu Santo me había deseado desde siempre en mis momentos más oscuros, a pesar de que me sentía como que estuviera “en el Seol” (lugar de oscuridad) ahí estaba Él. Nunca se había alejado de mí y sigue conmigo. No se ha alejado de mí y tampoco de ti.
¿Estás pasando por un momento donde te has alejado o escondido de Dios? Talvez estás sintiendo que Él mismo se ha alejado de ti. Puede que no estés pecando o haciendo nada malo o puede que sí. Puede ser que le sigas sirviendo o puede que ya lo dejaste de hacer. Hasta puede ser que te acomodaste tanto por la pandemia que lo dejaste de buscar. Cualquiera que sea tu caso, hoy te digo: El Espíritu Santo sigue ahí para ti. Solo debes dejar de esconderte. Búscalo, y si te tiene que corregir, lo hará con amor y será mucho mejor. El Espíritu Santo te anhela y te quiere cerca, más de lo que te imaginas.