Muchas veces en mi vida me he topado con circunstancias que me abruman tanto que no sé qué decir. A veces opto por guardar silencio porque realmente creo que nada de lo que diga podría aliviar el dolor de la otra persona. Repaso una y otra vez en mi mente qué palabras serían las adecuadas para decir, hasta que me doy cuenta de que un silencio respetuoso sería mejor que cualquier palabra.
Hace unos meses me encontraba en la iglesia y el predicador se exaltó bastante con la historia que estaba contando. Guardó un breve silencio antes de seguir con la idea que estaba compartiendo, pero fue interrumpido con aplausos. A veces pareciera que de verdad estamos luchando en contra del silencio. Nos sentimos incomodos con él o al menos eso pareciera.
Hay algo que admiro mucho de Jesús y es que sabía cuándo hablar y cuándo callar. Hubo un momento clave en Su vida en donde lo estaban increpando y sometiendo a juicio y uno hubiese esperado que con Su elocuencia y sabiduría iba a salir bien librado, pero lejos de eso, solo guardó silencio (Mateo 26:62-63). Porque en ese momento especifico era más importante lo que estaba callando que cualquier cosa que pudiese decir.
Uno no siempre tiene las palabras adecuadas para decir en determinados momentos de la vida. Y no estamos forzados a tenerlas. Ese día que encontramos a nuestro amigo con el corazón roto por una desilusión quizá no sea el momento para aconsejarle algo. Quizás solo sea tiempo para estar cerca. En aquella tarde triste en donde alguien experimenta la partida de un ser querido, talvez no sea el momento adecuado para preguntar qué paso. A veces guardar silencio dice más que cualquier palabra.
Una melodía esta conformada por varias notas musicales y cada una de ellas tiene un sonido especifico, pero por más bellos que sean sus sonidos, siempre es necesario incluir algunos silencios. En la vida tenemos que aprender a escoger los momentos adecuados para saber en dónde van esos silencios. No siempre es necesario hablar, a veces basta con no decir nada para expresar lo que llevamos dentro.
Por: Diego Herrera