A pocos meses de que se celebraran los Juegos Olímpicos de 2016 una marca deportiva publicó un anuncio en homenaje a Michael Phelps, el mayor ganador de medallas olímpicas de la historia, quien meses antes había anunciado que se retiraría luego de participar en las olimpiadas de ese año.
El anuncio consistía en mostrar imágenes de la preparación extrema y sacrificios que él realizaba antes de una competencia: desde tener que entrenar 10 horas diarias, ingerir más de 3,000 calorías en cada tiempo de comida y someterse a dolorosas terapias de recuperación, hasta el desgaste psicológico que conllevaba todo esto. El anuncio terminaba con una frase poderosa que marcó mi vida para siempre: “Es lo que haces en la oscuridad lo que te pone en la luz”.
Años después de haber visto esta frase aún me reta e incómoda porque la mayoría de nosotros soñamos con alcanzar cosas grandes en la vida, sin importar si es en el área espiritual, emocional, física o laboral. El problema está en que muchas veces nos enfocamos en el momento de realización y no en el proceso que debemos vivir para lograrlo.
Las redes sociales no son de gran ayuda en este tema porque en Instagram o Facebook solo vemos los mejores momentos de las personas que admiramos. Vemos videos de esos atletas haciendo las mejores jugadas o sus fotos levantando los trofeos. Vemos a los pastores predicando en grandes plataformas o a los hombres de negocios disfrutando de su vida de lujos y soñamos con alcanzar algo así, lo cual no está mal, pero debemos recordar que todo momento de realización pública que vemos tiene detrás un proceso de sacrificio que nadie vio, pero que lo hizo posible.
La misma Biblia nos habla sobre esto en Mateo 6:6 “Mas tú, cuando entres en tu cuarto, ora a tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre que ve lo que haces en secreto, te recompensará en público”. Esto me recuerda a algo que mi pastor dijo durante la cuarentena por COVID-19: “Dios está observando”, y según la Biblia, con base en lo que Dios ve que hacemos en secreto nos va a recompensar. Pero también tengamos cuidado porque si lo que hacemos en secreto es malo o es un pecado, de la misma forma puede provocar nuestro fracaso o caída.
El esfuerzo, la disciplina y el sacrificio son algunas de las bases que debemos ejercer cuando nadie nos ve. Lamentablemente son difíciles de formar, lo digo por experiencia ya que son cosas con las que me toca trabajar día con día, pero que no son imposibles de formar en nuestra vida si nos enfocamos en lo que queremos alcanzar y dejamos que el Espíritu Santo corrija en nosotros lo necesario.
Soñemos, oremos y creamos por cosas grandes, pero seamos conscientes de que lo que hagamos en la oscuridad —o sea, el esfuerzo o las decisiones que tomemos cuando nadie nos ve— es lo que provocará que Dios nos ponga en la luz.
Por: Luis Túchez