Siempre he reconocido que no soy un piloto de Fórmula 1 al volante. Creo que mi inteligencia espacial no se logró desarrollar del todo durante mi niñez. A veces me voy en medio del carril y no hablemos mucho de estacionarme entre dos carros. Pero no venimos a hacer un escrutinio de mis habilidades automovilísticas, aunque es muy chistoso hacerlo.
Hay algo que me llama la atención: a veces, antes de cambiarme de carril, veo que no se acerque ningún carro y cuando ya me estoy cambiando suena un bocinazo advirtiéndome que estoy a punto de chocar, solo que yo no lo había visto por mis retrovisores. A veces pensaba que este suceso se debía a mi falta de atención o a mi escasa habilidad espacial, pero investigando me di cuenta de que se debe al punto ciego al manejar: son áreas alrededor del vehículo que no pueden ser observadas de forma directa por el conductor.
No era que yo tuviera mala vista o que los carros aparecieran de la nada. Simplemente hay áreas que son más difíciles de observar si uno no tiene bien puestos sus retrovisores. Creo firmemente que todos tenemos puntos ciegos en la vida y que es necesario que alguien más nos ayude a verlos.
Pedro, el discípulo de Jesús, muchas veces fue confrontado para cambiar ciertas actitudes (Gálatas 2:11-14). En una ocasión fue Pablo quien tuvo que hacerle ver el error que estaba cometiendo al no querer sentarse a comer con los gentiles que no estaban circuncidados. No nos enfoquemos tanto en el error de Pedro, sino en que fue gracias a alguien más que pudo identificar aquello que tenía que cambiar.
Como cristianos debemos tener claro que nuestro desarrollo y crecimiento espiritual muchas veces será gracias a lo que otras personas nos digan. No siempre podremos notar nuestros propios errores, pero siempre podemos rodearnos de buenas personas que nos los hagan ver de una buena manera.
Hazte la siguiente pregunta: ¿La gente tiene la confianza de decirme las cosas malas que estoy haciendo? ¿O acaso he creado un ambiente hostil a mi alrededor? Todos tenemos puntos ciegos y vamos a necesitar a alguien que nos ayude a identificarlos. Solo admitiendo los errores lograremos cambiarlos.
Para los puntos ciegos al manejar tengamos bien puestos nuestros retrovisores y para los puntos ciegos de la vida tengamos bien atentos los oídos a los consejos que nos dan las personas que nos rodean.
Por: Diego Herrera