1 Reyes 3:25 (RV1960)
En seguida el rey dijo: Partid por medio al niño vivo, y dad la mitad a la una, y la otra mitad a la otra.
Esas fueron las palabras con las que solucionó su primer juicio el rey Salomón. Te resumo la historia: dos madres compartían hogar, cada mamá dormía con su bebé. Una de ellas asfixió a su hijo mientras dormía; y mientras dormía la otra intercambió bebés para quedarse con el niño que seguía con vida. ¡Por supuesto que se dio cuenta la compañera! Pero la otra mujer sinvergüenza lo negaba, por eso ambas fueron delante del rey: para que él les mostrara una solución.
¿Alguna vez te ha pasado que escuchas dos versiones diferentes de una misma situación y no sabes a quién creerle? ¿Qué persona está diciendo la verdad? Todavía se vuelve más complicado cuando aconsejas a una pareja y uno te dice: “Dios me habló y me dijo que debo terminar la relación” y la otra persona dice: “Dios me habló y me dijo que debo restaurar la relación”. ¡Te pusieron en jaque! ¿Quién tiene la verdad? ¿Quién está escuchando la voz de Dios? (A lo mejor Dios, en Su soberanía, sabe que esa Palabra es la que necesitan escuchar ambos en ese momento para obrar más adelante). Regresemos al caso del rey Salomón: ¿quién estaba diciendo la verdad?
¿Te diste cuenta de que la solución fue matar al niño? Si continúas leyendo la historia observarás que la madre legítima cede a la compañera el niño con el fin de que no maten a su bebé. ¡Así salió la verdad a luz! Hay un pensamiento que me ha estado inquietando durante las últimas semanas (tenme paciencia): ¿Cómo sé que logré apagar un ventilador de techo? ¿Te ha pasado? Jalas la cuerda y no sabes si ya paró, si las aspas siguen rotando por energía o por solo inercia. Pues sencillo: lo paras por completo y si retoma su rotación es porque sigue con energía.
Entonces ¿quién tiene la verdad? Aprendí lo siguiente: a no afanarme, porque la verdad tarde o temprano terminará saliendo a luz. Salomón paró algo para que la verdad saliera por sí sola.
Por: Juan Diego Luna