Cuenta la historia que existía un rey con mucho poder en un reino muy especial distinto a todos y próspero a más no poder. Su hijo Jonatán, quien se suponía debía heredar el trono, tenía una amistad digna de una película con un sujeto llamado David.
Un día fue anunciado por Dios que David heredaría el trono del poderoso rey. Quedaba entredicho que, al subir David al trono, Jonatán no sería rey. Entonces, el rey vigente tomó como misión matar a David y por ello el fiel amigo de David, al darse cuenta de las intenciones de su padre, decidió ayudarlo a escapar.
En realidad el reinado de uno de estos dos amigos significaba la muerte del otro. Es en este punto de la historia donde me conmuevo porque la amistad entre ellos logra inspirarme aun hoy, más de dos mil años después. No puedo encontrar otra expresión más fuerte de lo que significa una verdadera amistad que el dejar de brillar para que otro brille; es decir, no hay forma de tener un verdadero amigo sin mostrarse amigo.
Me gusta la trascendencia que puede tener una amistad que está basada en dar más que en recibir. En realidad no quiero medir una amistad por cuánto veo a mi amigo, cuánto me cuenta de él o ella o cuánto salimos, sino por cuán dispuesta estoy a dar. Esto implicará dejar de gastar en algo nuestro para invertir en ellos, dejar de dormir para escucharlos mientras lloran, ser nosotros quienes siempre los llamemos, interrumpir nuestro sueño para socorrerlo. No tomar a la ligera llorar con los que lloran y reír con los que ríen.
Así que cuando encuentres esas amistades que te inspiren a dar lo mejor de ti, esas que van más allá de pequeños detalles y en donde la hipocresía no tiene lugar, en las que pasa el tiempo y no parece borrar el cariño y la confianza que existe… Son esas las amistades que trascienden (que parecen ser conexiones divinas).
No estoy diciendo que tendrás miles de amistades así (ojalá las tuvieras), pero serás dichoso si encuentras un par. Definitivamente debo agradecer a Dios por haberme permitido encontrar en este lindo camino de la vida a algunas amistades así que han marcado mi vida con sus enseñanzas y las experiencias compartidas que, aunque no mencione sus nombres (y a algunos de ustedes llevo algún tiempo sin verlos), se pueden sentir aludidos. A ustedes, que me han hecho mostrarme amiga y que se han mostrado amigos, mi más profundo agradecimiento.
Por: Mónica Tello