Guardo en mi memoria las oraciones que he hecho y que Dios ha respondido. Son recuerdos constantes de Su poder y fidelidad. Pero hay otros episodios de mi vida que también tengo en la memoria aunque no quisiera: los momentos en que no pasaron las cosas como yo hubiese deseado.
Recuerdo el día que oré para que no me despidieran de un trabajo y lastimosamente me despidieron. Esa semana oré, ayuné, declaré y pacté, pero nada pareció dar resultado. A veces creo que mi fe puede mover montañas y en otros momentos siento que no podría mover ni un grano de arena. Creo que todos nos sentimos identificados con ese sentimiento desconcertante en donde definitivamente no sabemos qué hicimos mal o qué faltó.
Pedro vivió uno de los mejores momentos de su vida e inmediatamente después se convirtió en la burla de todos los espectadores que lo observaban desde la comodidad de la barca. Su maestro lo llamó a que caminara en el agua y él tuvo la valentía de dar el primer paso. Todo iba bien hasta que puso su mirada en la circunstancia y comenzó a hundirse: no pasaron muchos segundos para que Jesús lo tomara fuerte del brazo y lo rescatara (Mateo 14:28-31, NVI).
Cuando la fe de Pedro falló, la fidelidad de Jesús lo sostuvo. Hay días en que vamos a sentirnos los Superman de la fe y podremos presenciar milagros, señales y prodigios, pero hay otros en donde las circunstancias adversas nos hunden. En cualquiera de las dos situaciones solo nos queda confiar en Su fidelidad.
Quizás llevas semanas orando por un milagro. Te insto a que lo sigas haciendo, a que no dejes de creer en el poder sobrenatural de Dios, pero incluso si las cosas no suceden como lo planeaste, te pido que no dejes de confiar en Su fidelidad.
Cuando Pablo le pidió a Dios que quitara de su vida el aguijón que lo molestaba, la respuesta de Dios fue: “No”, pero inmediatamente después le dio una de las revelaciones más grandes del Nuevo Testamento: la gracia (2 Corintios 12:7-9). La fe de Pablo no alcanzó para mover la montaña que representaba ese aguijón que lo incomodaba, pero la fidelidad de Dios se mantuvo con Él como para mostrarle Su gracia.
Aunque hoy no veas tu milagro de sanidad, aún tienes vida para seguir creyendo en que lo verás. Quizás hoy no viste la puerta de ese trabajo abierta, pero tienes fuerzas para seguir tocando puertas e incluso emprender algo. Talvez hoy no viste tu sueño realizado, pero la esperanza de que lo verás sigue firme en tu corazón.
Su fidelidad es la que nos sostiene en los buenos y malos días. Su fidelidad es la que nos acompaña hasta que veamos lo que Él quiere mostrarnos.
Por: Diego Herrera