Juan 20:11-18 (RVC)
Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro; y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto. Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto. Cuando había dicho esto, se volvió, y vio a Jesús que estaba allí; mas no sabía que era Jesús. Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré. Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro). Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. Fue entonces María Magdalena para dar a los discípulos las nuevas de que había visto al Señor, y que él le había dicho estas cosas.
¿Por qué la primera aparición de Jesús, una vez resucitado, fue con la forma de un hortelano? ¿Por qué no escogió aparecerse como rey, emperador o César? Los discípulos estaban esperando la prueba de que Jesús era el Mesías, quien iba a poner un orden social, incluso político. ¡El momento en que el Rey de reyes destronaría al emperador romano! Esa no era la única esperanza. También estaban esperando la prueba de una vida venidera. Repetidas veces les enseñó acerca de resurrección y en ese jardín podrían comprobar que su maestro sí reconstruyó el templo después de tres días. Pedro y Juan no lo vieron, María escuchó nuevamente la pregunta: “¿Por qué lloras?” Pero esta vez las palabras no venían de seres celestiales, sino de un hombre probablemente con las manos sucias, tierra debajo de las uñas, trabajando tiernamente con plantas.
“La primera persona en encontrarse con Cristo resucitado fue María Magdalena. Ocurrió en un jardín. Al principio, María pensó que Jesús era el jardinero. Un error lógico. O un error profético. O un hermoso error. O quizás no sea un error en absoluto”. Brian Zhand
Las primeras impresiones son importantes. Recuerdo cuando conocí a Melissa, quien es mi esposa. Ella 18 años y yo 19. Estudiábamos en la misma facultad de la universidad. La vi a la distancia y la volví a ver en menos de un segundo. Y pensé: “¡Ah, su máquina!” Inmediatamente hice una oración: “¡Señor, una esposa así no me caería nada mal!” Me impactó desde la primera vez que la vi. Melissa asistía a la misma iglesia que yo asistía desde que tenía nueve años, pero nunca habíamos coincidido.
Para hacer la historia corta, meses después la conocí en un grupo de la iglesia. Ella sabía quién era yo y la versión que ella cuenta es que ese día se arregló, fue al salón, no quería perder la oportunidad de arrebatar semejante hombre de Dios (yo estoy escribiendo mi versión entonces lleva mucha salsa). Uno se asegura de mostrar su mejor versión en la primera impresión. La pregunta es: ¿un jardinero es la mejor versión del Mesías? ¿Por qué no escogió un pastor de ovejas?
El significado de hortelano (kēpouros); es guardián, protector de un huerto. El segundo Adán contrastado con el primer Adán.
Génesis 2:8 (RV1960)
Y Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso allí al hombre que había formado.
Génesis 2:15 (RV1960)
Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase.
Jesús estaba redimiendo la forma de cuidar la tierra, el primer Adán en donde había vida trajo muerte. El esfuerzo del primer hombre trajo corrosión. En cambio, nuestro Señor toma lo muerto y le da vida, y Su esfuerzo trae restauración.
Personalmente estoy muy lejos de tener una experiencia propia en jardinería. Los casos más cercanos que he tenido son tres: cuando me dieron un bote de papilla de bebé con un algodón y un frijol y mi tarea era nutrirlo con gotas de agua. Lo paré ahogando. La segunda fue con los tréboles que crecían en el jardín de mi casa, me los comí con limón. Y la experiencia más reciente fue con una orquídea que me regalaron, floreció y a los meses durante el cambio de temporada solo quedó seca. Toleré la maceta seca por algunos días, después decidí llenarme de valor. La tomé para dejarla en el basurero. No iba a ser tan desgraciado de tirarla, pero sí para colocarla en la basura con educación. Bendigo a la persona que me paró y dijo: “No está muerta, ¡démela! Yo haré que florezca otra vez”. Para mí: un caso perdido; para un hortelano: un caso lleno de esperanza de vida.
¡Éste es un caso perdido! ¿Cuántas veces hemos dicho eso? “Ese amigo no va a cambiar”, “Mi matrimonio no va a mejorar”, “Nuestro país no tiene esperanza”, “Ya intenté cambiar mis pensamientos oscuros”; etcétera, pero Jesús disfrazado de jardinero nos enseña cómo abordar los casos perdidos.
Por: Juan Diego Luna