¿Cómo le pasas tu ADN a la siguiente generación? ¿Cómo logras que la esencia de tu maestro permanezca en ti de la forma más pura para poderla pasar a quienes van a seguir la labor?
No sabemos la edad del apóstol Pedro cuando escribió esta carta, solo conocemos que fue escrita alrededor del año 63 después de Cristo, dirigida a los seguidores de “El camino” en las regiones de Asia menor. Podríamos asumir que estos cristianos no tuvieron el ejemplo de Jesús de forma directa como lo tuvo Pedro. No sostuvieron conversaciones, no fueron testigos de los milagros, no escucharon parábolas directamente del Maestro, no recibieron corrección y mucho menos fueron llamados “Satanás” para reprenderlos.
No se puede comparar la cercanía que pudieron haber tenido algunos de estos creyentes con la cercanía que tuvo Pedro con el buen pastor. Pedro vio, aprendió, conoció la esencia del príncipe de los pastores (Jesús), el motivo correcto por el cual se labora en el reino de los cielos, la fuerza que te hace mantenerte firme en medio de padecimientos, el ánimo pronto con el que uno voluntariamente se sacrifica, la plataforma de humildad donde nace el servicio. El reto ahora es que los miembros de la comunidad llamada Iglesia mantengan esa misma esencia.
1 Pedro 5:1-4 (RV1960)
Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada: Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey. Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria.
Por: Juan Diego Luna