Hace unos años leí un libro que hablaba de la necesidad humana de tener estabilidad, seguridad y firmeza. Todas las personas se encuentran en una constante batalla tratando de suplir estas necesidades, hasta que se dan cuenta que nada es suficientemente confiable. Es fácil que aparezca la frustración cuando vivimos con incertidumbre e inestabilidad. ¿Qué podemos hacer entonces?
En Hebreos 6 encontramos la respuesta de Dios a esta necesidad y nos habla de que podemos encontrar en Jesús una firme y segura ancla para nuestra alma. Sin importar la circunstancia que estemos atravesando, Él nos puede dar la estabilidad que tanto necesitamos.
En el contexto marítimo las anclas son herramientas que brindan estabilidad a los barcos, cuando las condiciones climáticas no son favorables. Dios sabe que podríamos experimentar adversidad en la vida, pero antes de que venga nos da una solución a través de Jesús.
Las anclas realmente cumplen su función cuando no se ven y se encuentran al fondo del mar evitando que los barcos sean arrastrados a la deriva. Quizá percibimos cierta ausencia de Jesús porque creemos no haberlo visto el día que experimentamos dolor y aflicción, incluso podríamos sacar la conclusión errónea de que Él no estuvo con nosotros. En ese momento en donde no lo pudimos ver, Él ya estaba realizando Su función como ancla de nuestra alma. Por más fuerte que haya sido la tormenta, a Él se debe que la hayamos podido soportar. No lo vimos, pero siempre estuvo al lado nuestro.
Claro que es normal experimentar problemas, pero jamás vamos a estar solos al atravesarlos. En medio de la tormenta podemos estar seguros de que Jesús está cerca de nosotros. Él será el ancla de nuestra alma en el momento que más lo necesitemos.
Por: Diego Herrera