¿Alguna vez has sentido que te quedas sin palabras al orar? O peor aún ¿has sentido que Dios no te ha dicho ni una sola palabra? Si este es tu caso, espero que estos párrafos te ayuden.
En unas semanas nuestro primogénito cumple un año, una vuelta al sol de estar con nosotros y ¡vaya si nos vino a cambiar nuestras amadas rutinas! Con la mitad de los dientes en su encía inferior, sin poder caminar, con media habilidad de gatear (porque no sabe usar sus rodillas, se arrastra con sus manos), dijo por primera vez: “papá”.
Por mi espíritu competitivo me duele admitir que dijo primero “mamá”, aunque realmente creo que usa la palabra “papá” adecuándola de mejor manera al contexto. Cada vez que mi esposa está a punto de subirlo a la silla del carro o le está intentando sacar los mocos, después de bañarlo, en ambas ocasiones se mueve para evitarla mientras grita “papá”. Me llama para que lo rescate o lo consienta.
La relación con mi hijo durante este tiempo ha sido hermosa, sé cuando está feliz porque mueve sus piecitos y se ríe quebrado. Sé cuando está malhumorado porque ciñe su frente y aprieta su mandíbula. Sé cuando quiere estar conmigo porque no se toma su biberón hasta que empiezo a cantar con mi boca pegada a su estómago, mientras juega con mi pelo blanco. Es toda una amistad, una relación padre e hijo que ha ido creciendo sin verbalizar un solo sentimiento. Una relación hermosa sin palabras.
Hace unas semanas leí que Maya Alonzo puso en Twitter “orar es lo mejor cuando uno no tiene palabras”. Romanos 8:26 dice: “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles”. El Espíritu de Dios cuenta con más vocabulario que todos los diccionarios de todas las lenguas e idiomas y aun así, en ocasiones decide no usar ninguna palabra. Es una realidad, nos quedamos sin palabras al orar y a veces Dios no dice nada por semanas o meses.
La comunión no es limitada por diálogos. La oración no es limitada por conversaciones. Mientras convivo sin palabras, mi relación se fortalece. Las palabras vendrán más adelante, en algún otro momento, para mientras he decido solo disfrutar mi relación padre e hijo.
Escrito Por: Juan Diego Luna