Nadie —absolutamente nadie—: …
Yo: Estoy sensible, perdón.
Ya que nos estamos sincerando en esta crisis, quiero decirles que padezco de lloradera. Sí, es un término médico (mentira). Soy un algodón de azúcar que a primera vista se ve grande y espeso, pero si le pegas una lamidita se derrite de forma dramática.
En la vida me ha tocado aceptarlo y aprender a vivir mis circunstancias para no pasar todo el día triste, por ejemplo, por un comentario negativo que recibí en una mañana. Aunque claro, la sensibilidad no siempre es mala porque me ha funcionado muy bien para mis temas relacionados con el arte y para aprender a ser humana de vez en cuando.
Bueno, pero no vine a lamentarme ni a buscar simpatía. En realidad, vine a contarles cómo la oración me hizo un Max Steel en la vida cuando ya no me alcanzaban las fuerzas ni siquiera para ser un soldadito de plástico.
Desde inicios de 2020 me propuse orar todos los días con intención y honestidad; no como quien habla con el nuevo inversionista de la empresa, sino como quien lo hace con su papá en el jardín de la casa, cuando es sábado por la mañana y estás despeinado y sin lavarte los dientes. Algunos episodios de tristeza han sobrevenido a mi vida de uno y otro lugar, pero ni mi autoestima ni mi fe se han visto afectadas.
Amigos, situaciones que antes me hubieran derrotado fueron solo una excusa para que los llevara en oración y saliera del otro lado, diciendo: “Dios ya se está encargando”.
Luego de mis momentos de pláticas con Él he dicho: “Bueno, ahora está en sus manos. Me voy a dormir”, o “Wow, me siento más libre y con una paz increíble”. No solo porque hablar de lo que nos sucede es terapéutico, sino porque en la oración, como en toda conversación, las dos partes hablan. Y una vez yo aprendí a escuchar mi oración, cambió de ser una rutina a un estilo de vida.
¿Necesitas fuerzas? Ora. ¿Te sientes solo? Ora. ¿Te dolió mucho algo que te hicieron? Ora. ¿No sabes a dónde ir? Ora. ¿Te pasó algo muy bueno? Ora. ¿Te dieron el “sí” definitivo? Ora. ¿Vas a poder cumplir un sueño de toda la vida? Ora.
¿Ves? Es bastante sencillo si lo ponemos así. Pruébalo y luego me das las gracias.
Por: Daniela Quintero de Ardón