Hace unos días leí un post en Facebook que decía: “Necesitamos vacunas, no oraciones. Necesitamos alimentos, no ayunos. Necesitamos hospitales, no iglesias”. Este post fue compartido 24 mil 300 veces.
Me dio mucha rabia, pero tampoco le respondí a esta persona algo de vuelta. ¿Será que me dio pena o no quería abrir un debate en el que los cristianos generalmente salimos “perdiendo”?
Cómo hacemos entender a una persona lo poderoso de una oración cuando no hay dinero, cuando estamos encerrados, cuando hay crisis mundial, cuando no podemos abrazar a nuestros seres queridos, cuando negocios están quebrando, cuando ni siquiera podemos visitar a nuestras abuelas porque podríamos “matarlas” con un contagio? ¡Yo tampoco tengo la respuesta!
Aún así, miles de personas nos unimos en ayuno y oración varios días atrás porque sabemos, con mil dudas presentes, que Dios se mueve a través de esa manera.
Con lágrimas en los ojos te digo que Jesús hará algo grande e inesperado en nuestro país después del pasado sábado 21 de marzo de 2020, cuando nuestras voces juntas se escucharon en el cielo, las cuales Dios jamás va a ignorar. No tengo la menor duda.