Hace quince años nos mudamos con mis papás a una nueva casa. Recuerdo que estaba emocionado por explorar mi condominio en busca de nuevos amigos y la primera persona que conocí fue Juan Diego. Por alguna razón, mi primera impresión de él no fue buena, admito que lo primero que pensé fue que fijo me caería mal y creo que él también pensó lo mismo de mí, por lo que durante los primeros meses evitamos conocernos mejor.
Un día, otro de mis vecinos me invitó a un grupo de la iglesia que abriría junto a Juan Diego, por lo que dudé que fuera a asistir; sin embargo, también me di cuenta de que en verdad necesitaba conocer más de Dios, así que igual decidí ir. Ese día en el grupo ambos nos dimos la oportunidad de conocernos mejor y para nuestra sorpresa nos terminamos llevando bastante bien.
Luego de quince años de amistad no solo estoy agradecido por su lealtad y confianza, sino porque al ser mi líder durante todo este tiempo me ha enseñado el verdadero amor de Dios. Aguantó todas mis locuras y me formó hasta convertirme en la persona que soy. Sin duda puedo decirte que Juan Diego es el amigo más valioso que Dios me ha dado. Por eso recuerda que las personas que no te caen bien al inicio tienen potencial de convertirse en tus mejores amigos si los conoces más.
Pero todo esto me hizo pensar en cómo muchas veces nuestra relación con Dios empieza igual. Llegamos emocionados y expectantes a la iglesia, pero como la amistad con Él se ve diferente a lo que conocemos o nos demanda más, entonces decidimos tenerlo de lejos y solo hasta que decidimos darle una oportunidad nos cambia la vida y nos damos cuenta de lo increíble que es.
Dios está dispuesto a tener una amistad contigo, pero debes darle la oportunidad para que entre en tu vida. No lo juzgues sin conocerlo porque cuando lo conoces de verdad es imposible no desear una relación con Él.
Por: Luis Tuchez