Hay muchos juegos que me recuerdan la infancia, como tenta, yoyo, trompo, toca timbres, o canicas. Podría pasar enumerándolos por largo tiempo, pero uno de mis favoritos por alguna razón era escondite. Realmente no era muy bueno jugándolo, siempre me encontraban de primero, pero igual la pasaba muy bien tratando de esconderme.
La mayoría de nosotros no tenemos noción de cuando dejamos los juegos de niños, pero he notado que hay uno que seguimos jugando, ya no con nuestros amigos sino con Dios.
Para explicártelo quiero compartirte lo que dice Genesis 3:8-9: “Cuando el día comenzó a refrescar, el hombre y la mujer oyeron que Dios el Señor andaba recorriendo el jardín; entonces corrieron a esconderse entre los árboles, para que Dios no los viera. Pero Dios el Señor llamó al hombre y le dijo: ¿Dónde estás?”
Adán y Eva le fallaron a Dios en la única instrucción que les había dado. La culpa vino a ellos y como reacción casi natural corrieron a esconderse. Como le pasó a ellos, muchas veces escondernos es la reacción que tenemos inmediatamente después equivocarnos con Dios.
Tal vez en este momento consideras que le fallaste a Dios en un área y estás tratando de esconderte de Él dejando de orar, leer la palabra o asistir a la Iglesia. Puede ser que lleves un buen tiempo jugando al escondite con Dios, pero llevas todas las de perder.
Así como sucedió en la historia de Genesis, hoy Dios te pregunta una sola cosa: ¿Dónde estás? Y en esa pregunta Él manifiesta Su profundo deseo de estar contigo a pesar de cualquier cosa, no la hace para condenarte, sino para lidiar con amor tu problema, error, pecado o dolor.
Con Dios siempre vas a perder jugando al escondite, porque Él sabe siempre donde encontrarte.
Por: Diego Herrera