Hace varios años, mientras vivía una etapa de formación y corrección por parte de Dios, empecé a hacer una oración casi todas las noches: “Dios, no quiero que me uses, por favor, yo no quiero ser pastor. Dile a alguien más que haga lo que Tú me mandaste hacer”. Literalmente le rogaba a Dios con una versión mediocre de “si es posible, que pase de mí esta copa”, pero sin agregar “pero no sea como yo quiero, sino como tú quieras”.
Intenté todo lo que estaba a mi alcance para tomar un camino diferente al que Dios había preparado para mí, pero nada era suficiente. La paz que la marihuana me daba nunca duraba lo suficiente, la felicidad de emborracharme siempre terminaba con la resaca, la satisfacción que lo sexual me hacía sentir se desaparecía en la mañana y la confianza que surgía de mi orgullo rápidamente se transformaba en inseguridad y depresión.
Luego de un tiempo reestablecí mi amor por Dios, pero aún tenía dudas sobre mi servicio hacía Él. En un intento por cambiar mi vida y conocer nuevos caminos estuve a punto de irme a estudiar otro país, pero Dios me abrió dos puertas en Guatemala que no podía rechazar; la primera era trabajar en Casa de Dios y la segunda era servir en un nuevo ministerio (en ese momento solo era una idea) llamado Lead.
Después de un año de estar en Lead me di cuenta de que al fin estaba sirviendo a Dios, pero lamentablemente aún lo hacía por las razones incorrectas porque trataba de hacer un buen trabajo solo para demostrarle a los demás que podía ser un buen líder o que era un buen predicador, además trataba de tener muchas personas en mi Bonding Group para poder saciar mi ego con la admiración de la gente.
Fue hasta un viaje que hice solo durante un mes que Dios me habló y trabajó las áreas que impedían que fluyera en mi servicio hacía Él y quiero compartirles algunas de ellas:
“Es por Él, no por mí”
Dios no me escogió por mis capacidades sino por las de Él, porque soy imperfecto, débil y pecador, pero eso me hace depender más de Él para servirle y hacer lo que me encomendó. Es más: en lo que Dios me usa más es en lo que naturalmente soy malo, como predicar (casi todas las veces vomito antes de hablar en público), escribir (tengo lagunas mentales cada vez que intento escribir algo que no sea para Dios) o discipular (durante años he sido indiferente o insensible a las necesidades de los demás), talvez para que cada vez que me vaya muy bien en algo, siempre recuerde que claramente es por Él y no por mí. Lo mejor de todo es que gracias a que ahora puedo entender esto, soy más feliz, estoy más satisfecho y tengo una identidad sana y fuerte.
“Es por ellos, no por mi”
Dios me usa por la gran necesidad que hay en el mundo, Jesús mismo lo dijo: “la mies es mucha, mas los obreros pocos”. Él entendía que gente necesitada de Su amor y perdón había bastante, pero personas dispuestas a ser usadas para ayudar y bendecir a otros había pocos. Tal vez seas como yo, que no quería ser usado por Dios porque pensaba en todo lo que perdería o cuánto me desgastaría al compartir de Jesús, pero te diré algo por experiencia propia: vale la pena servir y bendecir a los demás. No importa cuánto dinero, tiempo, esfuerzo, relaciones o recursos pierdas por amar y servir a las personas, ellos siempre ganan más de lo que tú puedas perder.
Al regresar de ese viaje, habiendo aprendido estas cosas, mi visión de servicio cambió y el respaldo de Dios en mi vida nunca ha sido tan fuerte. Mi red en Lead creció bastante en poco tiempo, las oportunidades de compartir de Dios empezaron a venir constantemente y nunca me he sentido más feliz y bendecido que en esta etapa de mi vida.
No me interesa llegar a tener el titulo de “pastor” un día, solo me interesa realizar la función de un pastor, que es lo que hago día con día al amar, bendecir y ayudar a las personas. ¡Sé que vine al mundo para esto! Ahora le doy gracias a Dios por los procesos que viví y por haber ignorado mis oraciones de “no quiero que me uses”, porque no me veo de otra forma que no sea sirviendo, discipulando y predicando de Su amor.
Por: Luis Tuchez