Siempre le he tenido miedo al frío extremo. Soy tan poco resistente a las bajas temperaturas que cuando me expongo a ellas paso un mal momento porque me duelen mucho los pies. ¡Es un dolor terrible!
Hace unos meses nos propusimos realizar una caminata por una montaña nevada. Al momento de planear la aventura, comencé a tener pensamientos negativos: “sin duda la experiencia será muy mala por la baja temperatura, no sentiré los pies por tanto frío”. ¡Me moría de miedo! Sin embargo, al ver fotos de la montaña e imaginar los bellos paisajes que veríamos, mi tanque de animo se llenaba.
El día de la excursión llegó. ¡Al despertarnos la temperatura estaba a -10°C! Al ver el termómetro rápidamente pensé que en vez de disfrutar, sufriría y mis pies me dolerían en extremo. El temor estaba ganando la batalla y estaba a punto de tirar por la boda el plan. Durante todo el camino hacia la base de la montaña sudé de los nervios. Sin embargo, al llegar al centro de visitantes entré a una tienda y encontré unas pequeñas bolsitas térmicas que podría colocar dentro de mis botas y por varias horas generarían energía para que mis pies se mantuvieran calientes. Con esa nueva variable me volví a animar y comencé la caminata confiada que resistiría el frío. ¿Y saben que? ¡Funcionó! Sin duda haber conquistado esa montaña fue una de las mejores experiencias que he vivido.
En nuestro día a días podremos tener temores que nos limiten a escalar nuestras montañas, es decir que nos detengan a enfrentar retos que valen la pena. Pero así como esas pequeñas bolsas térmicas le quitaron el frío a mis pies, la fe nos da el calor y esperanza que necesitamos para mantenernos firmes y seguir caminando.
En la vida tendremos muchos desafíos por vencer, así que luchemos a pesar del miedo. De la mano de Dios lograremos vencer cualquier obstáculo. ¡Animo! Recuerda que tendremos una eternidad con Dios para disfrutar sin preocupaciones y temores, pero por ahora, ¡manos a la obra!
Dios es más grande que cualquier miedo, y con fe en Dios, atraeremos milagros.