¿Alguna vez te pasó que te vieron como alguien engreído y que al conocerte todo fue lo contrario? Recuerdo que cuando entré al colegio había un grupo de niños que no me hablaban y no me incluían en las actividades de grupo por eso mismo. Debo confesar que me sentí muy mal las primeras semanas, pero conforme pasó el tiempo nos fuimos conociendo y todo comenzó a cambiar. Un día uno de los niños me dijo: “Yo pensé que eras engreída, pero ahora que te conozco me caes bien”.
Ese recuerdo me hizo pensar que este tipo de cosas nos pasan diariamente. Pareciera ser tan normal rechazar y juzgar a alguien, pero en realidad eso puede enfermar y llenar nuestro corazón de sentimientos inapropiados.
La Biblia dice en Romanos 14:13: “así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano”. Hoy podemos tomar la decisión ser parte de la solución: en lugar de juzgar a los demás y ser piedra de tropiezo, ser fuentes de bendición. De esta forma cumpliremos lo que Dios nos manda, amarnos unos a otros.
Por: Gabriela Arevalo