Aunque para algunos los detalles no son uno de nuestros lenguajes del amor, creo que una de las cosas más especiales que podemos hacer es decirle a una persona, sin utilizar palabras, que realmente la conocemos. Esto no es algo que pueda suceder de la noche a la mañana. No esperaría que un extraño llegue a mi celebración de cumpleaños con un regalo que al abrirlo pueda darme ese mensaje. Lo que quiero expresar con este ejemplo es que encontrar un regalo perfecto para alguien es tan fácil como la magnitud con la que la conocemos.
Cuando era pequeña sabía que un 80 en mis calificaciones no provocaría una sonrisa en la cara de mis padres y tampoco mi continuo castigo por hablar o comer en clase. Esto lo sabía por una simple razón: los conozco.
Será fácil cumplir las expectativas que se tienen de ti cuando conoces a la persona que lo espera. Y con Dios no es tan diferente, sabrás que espera de ti cuando tu relación con Él sea más profunda y conozcas Su corazón.
Jesús lo ejemplificó a través de la parábola de los talentos, cuando la respuesta de quien no multiplicó su talento fue: “…Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo…”. ¿Lo ves? El personaje dejó de actuar por lo que “sabía” de su señor, y por tener una idea errónea del mismo no cumplió sus expectativas.
Cuanto más conozcas a Dios será más fácil será saber qué espera de ti, y así poder entregárselo.
Por: Mónica Tello