Donde laboro administro un Data Center. Hace tiempo inicié un proceso de actualización y mantenimiento; todo iba muy bien, ya estaba actualizado y hasta había reorganizado todo para que fuera más fácil localizar cualquier elemento.
Cuando se podría decir que ya había terminado tuve el impulso de ir más allá y seguir con un par de modificaciones, mover un par de archivos y ¡ZAZ!, todo dejó de funcionar. No había servidores, ni red, no podía controlar luces ni aire acondicionado, no había teléfonos ni internet, en resumen, nada ni nadie podría acceder a ninguno de los servicios y lo obvio comenzó a suceder: mi teléfono comenzó a recibir llamadas y mensajes con preguntas para saber que había ocurrido y cuándo se iban a reestablecer los servicios. Mis respuestas eran:
– Yo lo arruiné
– No tengo idea de cuándo se va a reestablecer todo
Luego pensé: “Yo me metí en esto solo, yo tengo que arreglarlo”. Después de horas de tratar de solucionar la situación recordé que tenía un contrato de soporte técnico con uno de mis proveedores así que los llamé: “Hola, quise hacer esto y aquello, toque aquí y allá… y ahora nada funciona, podes venir y repararlo por favor”. Después de una pausa y una risa escuché: “¿en serio hiciste todo eso?” Le conteste que si y pregunte por qué se reía. Me explicó que los clientes llaman para pedir ayuda pero nunca explican lo que sucedió, no dan detalles y que siempre la situación era que todo estaba funcionando y de la nada, sin que nadie hiciera algo, todo dejaba de funcionar. Me reí y le conteste que le estaba diciendo la verdad para que me pudiera ayudar sin problemas y sin tener que averiguar que había sucedido.
Muchas veces nos encontramos en una situación muy parecida a está, nos metemos a un problema que nos afecta a nosotros mismos y a veces a otras personas, tratamos con todas nuestras fuerzas y recursos de solucionarlo y no logramos nada, sólo perdemos nuestro tiempo y energía; es cuándo llega el punto donde debemos decidir si acudimos a alguien más o no. Y más importante aún, decidir que si acudiremos a alguien más vamos a ser sinceros o vamos a ocultar detalles de lo ocurrido, factores determinantes para recibir la ayuda correcta.
En Santiago 5:16 (NVI) dice “Por eso, confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es poderosa y eficaz”. Hay sanidad en que podamos confesar nuestros pecados y problemas a nuestros semejantes, es importante hacerlo de una forma sincera y sin ocultar las razones verdaderas. Recordemos que no estamos solos y que la oración, cómo dice el versículo, es realmente poderosa y eficaz.
Escrito Por: Victor Zamora