Hace un año y medio me casé con un maravilloso hombre, Che, y mi vida cambió. Mis hábitos son diferentes, mi día a día ya no es igual y hasta mi apellido cambió. Antes era Raquel Rendón, ahora soy Raquel Rendón de Alvizuris. Tuve que actualizar mi DPI, pasaporte, cuenta bancaria, etc. En fin, ¡muchos trámites! Pero no me importó porque yo quería ser “Alvizuris”. Claro, amo mi apellido Rendón, pero de soltera tenía un camino y ahora de casada tengo uno nuevo junto a mi esposo y futuros hijos (ojo, falta tiempo para eso jeje).
Todos tenemos apellidos de nacimiento, pero también el apellido de Dios. Sí, “de Dios”. Somos hijos de Dios y podría decirse que tenemos Su “apellido”. Esto significa que tenemos Su ADN. Somos Sus herederos y deberíamos de anhelar cumplir el mismo propósito que Él tiene.
Somos parte del mismo cuerpo y como cristianos, muchas veces, discutimos unos con otros por no pensar de la misma manera y muchas veces nosotros somos los que más nos juzgamos y criticamos, por no ser de la misma iglesia, denominación, red, líder, etc. ¡Es tiempo de parar ya y unirnos por un mismo fin! Somos hermanos, tenemos un mismo Padre Celestial.
El diablo nos quiere desenfocar y puede que nos estorbe cosas que nos distraigan, pero debemos de regresar al camino para ir al mismo destino. Corramos por la misma visión que Jesús tuvo: hacer discípulos y compartir el evangelio a toda criatura.
Somos un mismo cuerpo, tenemos el mismo apellido y debemos estar unidos.
Escrito Por: Raquel Rendón