Probablemente nuestros peores enemigos son aquellos que no vemos pero que de alguna forma nos dañan. El miedo puede ser así. Ampliará las dudas en tu mente y hará que enfoques tu mirada en el riesgo de la caída o el dolor y que así pierdas de vista la posibilidad del vuelo y la aventura. Te hará perder sin que hayas competido y hará que te descalifiques voluntariamente.
Lo peligroso es que el miedo no solamente es invisible, sino es inexistente. Somos nosotros quienes lo creamos. Por ejemplo, hoy parece ridícula la idea que un monstruo saldrá de nuestro closet, pero cuando éramos niños eso nos paralizaba. Lo que no nos damos cuenta es que muchas veces ese mismo miedo sigue existiendo en nosotros, sólo que con otra forma. Tal vez no creemos que podemos emprender, tememos ser lastimados o hablar aquello que pensamos, o el más común en estos días, el miedo al fracaso.
Irónicamente no hay valentía si primero no existió miedo. La única forma de hacerse valiente es avanzando y tratando de llenar los vacíos creados por él con cosas más grandes, como la esperanza, la fe y su antítesis: el amor.
No hay peor efecto del miedo que la parálisis, es decir, dejar de hacer algo por temor. Me rehúso pensar que el miedo me hará perder la oportunidad de caminar sobre el agua aunque eso signifique que la posibilidad de hundirme exista. Perderme de que se escriban las mejores historias sobre cómo me arriesgue por algo que quiero y cómo creí hasta el fin y que, aunque no todas las veces se dió el resultado que quería, el proceso si me hizo la Mónica que debía ser.
Escribo esto porque el miedo también es uno de mis enemigos y detesto esa horrible sensación cada vez que este viene a mí. Ojalá este sea un mensaje para muchos de esos que, como yo, sienten un vacío en el estómago pero aun así se arriesgan a ir por lo nuevo. Espero que al leer esto sepas que no está mal sentir miedo o inseguridad, si en seguida la valentía toma su lugar. Con esto solo espero que al final del proceso no te pierdas de nada de lo que estabas destinado a vivir, por culpa del miedo y que al hacerlo llegues a descubrirte.
Por: Mónica Tello