Así fue la llamada que recibí hace unos meses, después de que mi bodega de mercadería fuera saqueada. Me había tomado 10 años llegar hasta donde estaba y todo se esfumó en un instante.
Pensé que Dios confundiría a los ladrones y regresarían la mercadería. También pensé que esas cosas no deberían suceder a quienes le amamos y le servimos. Sin embargo, me di cuenta de que todas esas cosas estaban fuera de mi control, así que decidí abrazar la pérdida, hice una siembra en el reino de Dios y continué trabajando y confiando en que Él es bueno y excede mis pensamientos.
Trabajamos muy duro. Continué con lo poco que tenía a la mano, logramos no quebrar y cumplir a nuestros clientes.
La mercadería no ha aparecido al día de hoy, pero en la mitad del año que restaba las ventas se multiplicaron como nunca antes, tanto que en ocho meses reconstruimos lo que me había tomado 10 años.
Quizá parte del robo fuera culpa de mi negligencia, pero estoy seguro de que la bendición del Dios de los imposibles puede construir en meses lo que quizá tomaría décadas. Él actúa de maneras que no entendemos y de su Palabra proviene la vastedad de los recursos del Universo.
No importa la situación que vivamos; quizá no la podamos resolver el día de hoy, pero te aseguro que mañana amanecerá de nuevo y ese nuevo sol traerá consigo una nueva esperanza. Un día nuevo lleno de expresiones del amor de Dios por nuestra vida que exceden cualquier situación y escasez. Nuestro Padre no tiene límites. Él habla y las galaxias obedecen.
Por: Edwin Godinez