Hace un tiempo me mudé de casa. Debo decir que no quería dejar la casa donde vivía. Estaba tan cómoda y feliz en ella, que dejarla no me parecía buena idea. Aunque no lo anhelaba, el cambio sucedió. Al inicio había un poco de desorden en la nueva casa, pero poco a poco se fue convirtiendo en mi nuevo lugar favorito ya que todo queda mucho más cerca, así que gané vida. Además, hay mucha más quietud que en mi antigua casa.
Esto ya me ha pasado en otras ocasiones; no específicamente el cambio de casa, sino los cambios de mi vida que, aunque no los hubiera elegido, sucedieron.
Debo confesar que siempre que oro espero que Dios me dé exactamente lo que quiero en el momento que mi voluntad dice, y la verdad es que estoy agradecida porque Él no siempre hace lo que quiero, pero sí lo mejor para mí. Aunque en el momento no me parece así, con el pasar del tiempo —y viendo lo que la situación produce en mí— entiendo que no hubiera tenido que pasar de ninguna otra manera.
Hoy puedo ver que todas esas oraciones respondidas de forma distinta a mi voluntad fueron como regalos mal empacados, es decir, la situación no fue tan agradable, pero el contenido me hizo bien, tal como esos tragos amargos de medicina que nos sanan. Cada uno de esos ajustes de historia que Dios hizo en realidad me ayudaron a confiar más en Él que en el resultado en sí mismo.
Hoy estás leyendo esto cuando ocurre todo lo relacionado al COVID-19 y nuestra vida parece haber sido mudada a una película de pandemia producida por Tarantino. La verdad es que nadie quiere vivir esto, nadie lo hubiera elegido y todos estamos orando para que este mal sueño se detenga y volvamos a los días buenos.
Sin embargo, creo que esta situación puede ser uno de esos regalos mal empacados. Puede que dentro de la crisis y la incomodidad haya aprendizaje y crecimiento que no podrías tener de ninguna otra manera. Si esta es una situación sin precedentes para nuestra generación, también puede ser que veamos a Dios hacer cosas que nunca hemos visto en un mundo donde, por primera vez en mucho tiempo, estamos en un mismo sentir. Talvez este capítulo de pandemia no es el final si no puede convertirse en un buen punto de inicio y la historia del mundo se pueda reescribir en un tono distinto.
Así que te invito a que veas qué puede haber dentro de esta crisis o prueba que el mal empaque no te está dejando ver. Pregúntate: ¿Qué enseñanza hay dentro de esta situación para mí? ¿Cómo puede transformarme y mejorarme? ¿Qué oportunidad hay para que ayude a otros? Y entonces, este fuego (prueba) estará fortaleciéndote, a ti y a tu fe, y será como un regalo mal empacado.
Por: Mónica Tello