Vivimos en una cultura que aplaude el cansancio y las agendas saturadas. Esto nos hace creer que descansar es sinónimo de no ser productivos. Si no estamos haciendo algo constantemente, sentimos culpa. Y si no logramos cumplir con todo lo que nos propusimos en un día, aparece la voz interna que nos castiga: “no diste lo suficiente”, “no fuiste suficiente”. En la experiencia cotidiana muchas veces me he preguntado: ¿realmente estoy en la forma correcta de ser productiva? Mis respuestas a esa pregunta me llevan a compartir algunas claves que sean útiles para redescubrir tu propio ritmo sin dejar de ser productiva.
La productividad sana viene del propósito
La psicología ha demostrado que cuando hacemos las cosas desde el miedo o la presión, nuestro cuerpo entra en modo de estrés crónico. Esto no solo afecta nuestra salud, también disminuye nuestra capacidad de concentración y creatividad. Lo que debemos de buscar es la productividad que nace del propósito, ya que esta tiene efectos más duraderos y saludables.
Buscar el equilibrio entre trabajo y descanso
La Biblia es clara cuando habla del equilibrio. Desde la creación del mundo, Dios nos da el ejemplo: trabajó seis días, y el séptimo descansó. Y no porque estuviera cansado, sino porque el descanso también es parte del diseño que Él nos enseña.
Sostengo mi esfuerzo y al mismo tiempo soy amable conmigo misma
¿Sabías que las personas que se tratan con amabilidad tienden a tener más resiliencia, mayor motivación y mejor salud mental?
Aplica herramientas prácticas para ser productiva
-Define tu “porqué” de cada día, antes de la lista de cosas por hacer.
-Incluye el descanso programado como parte de tu planificación.
-Haz pausas cada cierto periodo de tiempo, según tus propios hábitos.
-Celebra pequeños logros propios y de tu equipo.
-Reconoce lo valiosa que eres, aunque hoy no hayas hecho todo.
Finalmente, te invito a redescubrir tu ritmo, a trabajar con propósito, ese propósito que solo Dios puede dar. Recuerda que debes descansar con paz y tratarte con la misma gracia que Dios te da cada día. Todas estamos en este camino; unas van un tanto más adelantadas, pero de seguro estamos aprendiendo a equilibrar los logros que deseamos obtener con la manera en que queremos vivir. Y ten presente que Dios está participando contigo en ese proceso.
Por: Andrea Ovando