Hace cinco meses tuve el privilegio de convertirme en mamá, es la experiencia más retadora y hermosa de mi vida. Ya sabía que una de las cosas que más me iban a retar, era la falta de sueño, que casi todos los papás primerizos viven. Por ello, decidí prepararme. Una amiga me regaló un curso de sueño para bebé. Lo tomé antes que mi bebé naciera, tomé notas, lo memoricé e intenté aplicar todo lo aprendido, solo olvidé una cosa: mi hijo era humano y no un robot y el resultado no fue el que pensé. Santi (mi bebé) llegó a despertarse hasta 6 veces por noche.
Parte de madurar es entender que tenemos control sobre muy poco en la vida, pero ese camino que tomamos en lo que sí tenemos control, hará la diferencia.
Lo veo en la escena de la Biblia que se narra en 1 Samuel 24. Saúl, en busca de David, entra en una cueva para cubrirse. David y sus hombres se esconden en lo profundo de la cueva. Los hombres de David ven esto como una oportunidad y le sugieren que mate a Saúl, ya que lo consideran su enemigo. Sin embargo, David se niega a matarlo, aunque corta un trozo del manto de Saúl para demostrar que podría haberlo hecho. David había sido nombrado rey, matar a Saúl era el camino más lógico para obtener el resultado que había sido proclamado, sin embargo, David decide ser responsable de sus acciones y soltar el resultado.
Soltar el resultado es una de las formas más claras de expresar la confianza en Dios, es entender que Él es el poderoso y dejó una pequeña parte en nuestro poder, la pregunta es: ¿qué hacemos con aquello de la vida que sí podemos controlar?
Podemos controlar el esfuerzo que hacemos en el trabajo, no así la actitud de nuestros jefes hacia nosotros. Podemos controlar la forma en que amamos a otros, no así sus acciones hacia nosotros. Podemos controlar nuestra inversión de tiempo o dinero, no así el resultado de esa inversión.
Hacer lo mejor con lo que sí podemos controlar nos dará paz, independientemente del resultado que sea el proceso que estemos viviendo. Porque aunque no sea lo que esperábamos Dios está más interesado en tu corazón que en una situación o resultado. Suelta el resultado, déjalo en las manos de Dios y enfócate en hacer lo mejor con lo que está de tu parte.