Dentro de las cosas que más se nos complican en nuestra vida cristiana, en definitiva, está el tener una vida de oración y leer la Palabra de Dios diariamente. Hoy, quiero reflexionar sobre eso, y es que, aunque pareciera que no es difícil tener una vida de oración, regularmente lo que hacemos es emitir oraciones por cosas muy específicas, por ejemplo, si vamos tarde oramos: “Señor, que se libere el tráfico y que pueda llegar temprano”. Vamos a un lugar peligroso y oramos: “Señor, guárdame y que no me pase nada malo”.
Tenemos un problema que parece no tener solución y oramos: “Señor, ayúdame a salir de esta situación” y, regularmente, viene seguido de una serie de promesas que quedarán en el olvido. También nos pasa cuando “oramos” por señales, porque una puerta se abra, por salud, por provisión, entre otras. Podríamos seguir enumerando múltiples ejemplos, que solo nos reflejan cómo expresamos algunas oraciones, pero eso está muy lejos de lo que Dios desea de nosotros en una vida de oración, o dicho más simple, una vida de comunicación con Él.
Y a pesar de que no tiene nada de malo expresar nuestras oraciones, y poner nuestra confianza en Él en cada una de estas situaciones, no puede decirse que eso es una relación. Cuando estamos en una relación, ya sea de pareja, amistad, familia o profesional, no nos comunicamos solo con temas en específico, nos comunicamos para fortalecer la relación.
Y cuanto más nos comunicamos, más crece la relación, y puedes tener conversaciones mucho más profundas, hay una confianza y una conexión que se vuelve casi inexplicable, y eso es lo que Dios está esperando de nosotros Sus hijos; que podamos tener una relación mucho más profunda y que Él sea real en cada momento de nuestra vida y no solamente cuando necesitamos de Él. Y aunque tengo la tentación de explorar más el tema de la oración como vida cotidiana, quiero enfocarme rápidamente en lo que busco expresar como la oración más difícil.
Cuando crecemos y maduramos en nuestra práctica de oración, somos más conscientes de lo que expresamos cuando oramos, no tomamos a la ligera las promesas hechas, ni podemos tomar como algo simple lo que para mí es la oración más difícil: “Hágase tu voluntad”, ¡uff! estas tres palabras significan tanto… significan rendición de control sobre una situación, significan un máximo de confianza, implican aceptación del resultado, pero sobre todo, significan el reconocimiento de Dios como Soberano de nuestra vida.
Esta oración fue expresada por el mismo Jesús, en Lucas 22:42: “Padre, si quieres, te pido que quites esta copa de sufrimiento de mí. Sin embargo, quiero que se haga tu voluntad, no la mía” se vuelve sumamente poderoso cuando lo entendemos, no se trata de lo que yo quiero, sino de tu plan sobre mi vida, que muchas veces va contrario a lo que yo deseo que pase, pero mi confianza en Su voluntad es mayor a mis deseos.
Hoy quiero invitarte; primero, a madurar en tu vida en oración, siempre podemos ser mejores. Y lo segundo, es a expresar honestamente esta oración: “Que se haga tu voluntad en mi vida”, con la plena consciencia de todo lo que conlleva, no hay nada mejor que vivir en Su voluntad. Puede que al principio sea difícil soltar el control, pero créeme, es mejor vivir bajo Su voluntad que bajo nuestros deseos.
Por: Micke Gudiel