Hace algunos años escuché una teoría que se volvió una de mis filosofías de vida y se las quiero compartir: la famosa teoría del carrito del supermercado, la cual más o menos dice lo siguiente:
El carrito del supermercado es la última prueba de fuego para saber si una persona es capaz de gobernarse a sí misma. Devolver el carrito del supermercado a su lugar es una tarea fácil, cómoda y que todos reconocemos como lo correcto y apropiado. Solo una emergencia extrema podría evitar que alguien devuelva la carreta del supermercado a su lugar. Simultáneamente, tampoco es estrictamente ilegal dejarlo abandonado en cualquier lugar del estacionamiento.
De este modo, como no es obligatorio devolver la carreta del supermercado y nadie te penalizará ni te castigará por ello, es un ejemplo óptimo para ver si una persona hará lo correcto sin verse obligada a ello y sin ganar nada a cambio, o solamente por una cuestión de bondad.
Una persona que es incapaz de hacer esto no es mejor que un animal, un salvaje absoluto al que solo se le puede obligar a hacer lo correcto amenazándole con una ley y con la fuerza que la respalda. La carreta del supermercado es lo que determina si una persona es un miembro bueno o malo de la sociedad.
Creo que la conclusión es un poco extrema, pero solo les estoy compartiendo una teoría de la cual no soy el autor.
En la vida es fácil hacer lo correcto cuando el reflector público nos está iluminando, pero lo que determina realmente el tipo de personas que somos es lo que hacemos cuando nadie más nos está viendo. No deberíamos necesitar ese aliciente de la atención de alguien para actuar de manera correcta.
Para nada esta publicación es para que nos sintamos mal, sino para que en retrospectiva nos preguntemos qué mueve nuestro corazón: si la opinión pública o la integridad. Esta última no depende de nuestro entorno, sino de nuestra esencia.
Cuando Jesús fue crucificado murió en medio de dos ladrones, personas que habían sido condenadas a muerte por lo que habían hecho durante su vida; personas que habían tomado una serie de malas decisiones. Pero hay un suceso increíble que acontece con el último aliento de uno de ellos, cuando le pide a Jesús que se acordara de él cuando viniese en Su reino. Una simple manifestación de voluntad que pareciera no borrar todos los errores cometidos previamente fue lo que provocó que uno de los ladrones de esta historia tuviese entrada al paraíso.
Quizá hayamos actuado mal durante mucho tiempo: no hemos honrado a nuestros papás, hemos sido personas que pelean constantemente con sus semejantes, no hemos amados a Dios con todo nuestro corazón… ¡cuántos errores se pueden cometer! La lista podría ser interminable. Y es normal que cometamos errores; lo que no deberíamos permitirnos es quedarnos estancados en ellos. Si hoy reconoces que estás actuando mal en algun área de tu vida, es un buen momento para arrepentirse. Estoy seguro de que una buena decisión, por pequeña que parezca, puede cambiar el rumbo de tu vida.
La próxima vez que vayas al supermercado asegúrate de llevar la carreta al lugar indicado y que eso sea un constante recordatorio de que nunca es tarde para hacer lo correcto sin importar quién nos esté viendo.
Por: Diego Herrera