Todos hemos sido lastimados alguna vez, probablemente en magnitudes distintas. A veces las heridas causan un dolor que puede cambiar nuestra forma de ver el mundo, e incluso la forma de ser. Cuando alguien nos hiere de tal manera, nuestra humanidad quiere una sola cosa: justicia (o por lo menos ese es mi caso). Queremos que se pague el mal que nos hicieron con un mal igual o mayor: ojo por ojo.
Creemos que el “ojo por ojo” es la justicia que necesitamos y que le enseñará una lección a esa persona. En mi caso, en esos momentos es cuando deseo que todos los versículos que he leído sobre justicia, de siembra y cosecha se hagan vida en mi ofensor.
De lo que no nos damos cuenta es que “el ojo por ojo” no sanará nuestro corazón, pero si lo cambiará. La venganza “dulce” es la falta de perdón hecha acción y jamás traerá restitución a nuestra vida. Aquello que perdimos al ser lastimados no podrá venir de la persona que nos hirió. Sin embargo, Dios podrá darnos todo lo que necesitamos para sanar y restituir con creces. El Señor ama a esa persona que te hirió y así como Él ha perdonado tus faltas, Su misericordia alcanza también para los pecados de esa persona.
Paradójicamente, el perdón es el primer paso hacia la sanidad de cualquier herida del espíritu. Aunque pareciera que existe un muro entre la persona que nos hizo daño, romperlo será el paso hacia un corazón sano. Mateo 5:38-42 dice: “Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses”.
Además del perdón, las palabras de Jesús también esconden un poder superhumano: la capacidad de mantener un corazón que no se ofende y que es capaz de perdonar sin perder su esencia. La capacidad de mantenerte dulce y no permitir que alguna raíz de amargura penetre tu corazón es la mejor forma de preservar tu alma.
Escribo con esto con la total conciencia de lo difícil que es perdonar. Recuerda estas palabras: perdonar es el remedio que comenzará a calmar tu dolor y te habilitará a avanzar a lo que solo un corazón sano puede alcanzar.