Tengo la mala maña de tener mi celular en silencio. Creo que es porque en las noches no me gusta que nada perturbe mi sueño, entonces lo pongo en silencio y durante el día se me olvida activar el sonido. En más de una ocasión, las personas me han reclamado por no contesto y suelen dejar alguna llamada perdida para que se las devuelva. Eso sí, siempre devuelvo las llamadas.
Regularmente la gente deja una o dos llamadas perdidas y con eso se sobreentiende que hay que llamarlos de vuelta. Pero he conocido personas muy insistentes que, en vez de dejar una o dos llamadas, dejan más de cuatro llamadas perdidas. Si un día encuentro más de tres llamadas perdidas pienso que es una emergencia.
Hace unos días leí una historia maravillosa en las Escrituras en donde Dios le quiere hablar a Samuel y este no reconoce Su voz. Lo que más me llamó la atención fue la insistencia del Señor en querer hablar con Samuel, porque lo intentó en cuatro ocasiones (1 Samuel 3:1-10).
Imagínate qué tan grande era el deseo de Dios por entablar una conversación con Samuel que lo llamó insistentemente. Hay muchas perlas que encuentro en esta historia y una de ellas es que las primeras tres veces que el Señor le habló a Samuel, este respondió “¡Aquí estoy!” pero nunca se logró entablar una conversación hasta que su respuesta fue: “¡Habla, que tu siervo escucha!”. Pareciera que Dios estaba esperando a que Samuel no solo estuviese presente, sino dispuesto a escucharlo.
Yo conocí a Dios en 2007, pero esa no fue la primera vez que se presentó en mi vida. Ya había tocado la puerta en repetidas ocasiones: mis vecinos me invitaban a la iglesia, mi mamá iba a la iglesia y mis otros vecinos tenían un devocional al que me invitaban. No podría terminar de enumerar las veces que el Señor tocó las puertas de mi corazón, insistió las veces que fueron necesarias hasta que por fin las abrí.
Siempre me conmueve saber que Él insiste en tener una relación con nosotros cuando debería ser al revés. Somos nosotros los que deberíamos insistir una y otra vez, pero Su amor es tan grande que nos busca hasta encontrarnos.
Por: Diego Herrera