Queridos siervos,
Retomo la última carta con la siguiente pregunta: ¿qué diferencias hay entre obedecer como siervo y obedecer como amigo? Ambos obedecen, pero el corazón es distinto: el siervo obedece por obligación y el amigo obedece por amor. El destino es el amor, pero el camino de los discípulos para llegar fue por obligación. Recorrer el camino de obligación traerá beneficios a nuestra fe como discípulos. Mi deseo es que, como seguidores de Cristo, nuestra fe crezca en Él. Quiero resaltar tres maneras en las que nos formamos cuando obedecemos por obligación que nos hará crecer en madurez.
La primera: un siervo trabaja sin explicaciones. A lo mejor el amo puede explicar las intenciones y beneficios de su instrucción, pero ningún siervo pide explicaciones para acatarla. Nuestro corazón siempre estará tentado a querer explicaciones antes de obedecer. No estoy promoviendo discípulos ingenuos o personas que no cuestionen nada en la vida; lo que mi corazón desea evitar es la rebeldía o creer que Jesús nos debe una explicación porque no es así, Él es el soberano. Lo que si busco promover es la confianza. Creer y confiar son distintas acciones. Yo puedo creer en la ingeniería para construir un avión, pero demuestro mi confianza subiéndome en él. Aunque pudiera escuchar todas las explicaciones físicas de por qué un avión vuela, mi acción de confianza es la misma.
Puedes tener todas las explicaciones y no subirte; puedes no tener ninguna explicación y subirte. No me explico por qué imponer manos puede traer sanidad, pero obedezco. No me explico cómo el perdonar a un deudor puede fortalecer una comunidad, pero obedezco. Jesús no le dio explicaciones a Su siervo Pedro de por qué lanzar la red nuevamente traería una pesca milagrosa, tampoco explicó por qué un pez podría traer una moneda en su boca. ¡Hermosa obediencia de sirviente!
La obediencia sin una explicación se complica más cuando nuestro Maestro no explica algún dolor que hayamos vivido, pero nos sigue dando instrucciones. Jesús es nuestro pastor y para sanar cada herida toma vino y aceite. Sin embargo, muchas ocasiones no solo queremos la atención y sanidad, demandamos también explicaciones. Me tomo el atrevimiento de escribir al respecto porque es una de las frustraciones más profundas con las que me he topado en el liderazgo de nuestra iglesia. Estamos tentados a dejar de servir porque no encontramos una explicación a la muerte de un cercano, a la enfermedad de un pariente o a la injusticia de un amigo. Jesús no le da explicación al dolor, pero sí le da propósito. Estoy convencido que con la ayuda del Espíritu Santo le encontraremos un propósito a nuestros dolores.
La segunda: seguir al Maestro, aunque no conozcamos el destino. Nuestro corazón estará tentado a querer conocer el destino antes de emprender el camino de obediencia. Estas cartas fueron inspiradas por el libro Letters to a young pastor de Eric Peterson. Su padre, Eugene, le escribió 37 cartas para ayudarlo en la vocación pastoral. En una de las cartas resalta la dificultad de pastorear en una cultura influida por los libros de liderazgo. Intentaré resumir la diferencia: el líder te dice a dónde te llevará. El problema es que un rabino (recordemos que Jesús sigue siendo nuestro rabino) solo da la instrucción de seguirlo.
Queridos siervos, recordemos que cuando los discípulos querían claridad por parte de Jesús sobre Su camino, la respuesta que obtuvieron fue: “Yo soy el camino”. Pareciera que el Espíritu Santo nos está mostrando que cada vez que le preguntamos a Cristo: “¿A dónde me llevas?” Él responde: “Yo soy el camino”. Como pastor deseo quitar toda ansiedad de tu corazón, que pudo haberse generado porque no has llegado a cierto destino o meta. ¿Continúas siguiendo a Jesús? Si la respuesta es afirmativa, créeme que vas en buen camino.
La tercera: debo seguir a Jesús porque obtengo más de Él y no al contrario. Abraham obtuvo el título de “Amigo de Dios” —que me gustaría que todos en Casa de Dios llegaran a tenerlo—. Abraham, el padre de la fe, no obtuvo lo que Dios le prometió, solamente lo vio de lejos. No pasó ningún solo día en la tierra prometida, pero la obediencia hizo que pasara todos sus días junto a su amigo. Iglesia, no subestimes tu camino de siervo.
Los amo, amigos.
Por: Juan Diego Luna