Llevo muchos años en el cristianismo y en la iglesia. Cuando crecí me di cuenta de que mi pensamiento era diferente a todos los de esa época. Talvez veía a Dios de una manera distinta, pero eso mismo me convertía en “la oveja negra”. De alguna manera me sentía rechazada y criticada por la iglesia.
Tuve un problema en el cual sí necesitaba corrección, por tanto, me acerqué a una persona de la iglesia para pedirle ayuda. Me recuerdo que abordó mi pecado con mucha crítica y menosprecio; en ese momento me hirió y yo me sesgue con la iglesia. Empecé a pensar que Dios era igual: que criticaba y menospreciaba.; si los miembros y líderes de mi iglesia lo hacían ¡Quién me va a amar y aceptar! Cada vez que veía a esa persona se me revolvía el estómago.
Ahora que maduré, comprendo que en esa época la religiosidad era muy fuerte, lamentablemente no sabían cómo tratar con el pecado o los errores. Gracias al tiempo me di cuenta de que sí tenía una herida hacia él y la iglesia que debía de sanar por medio del perdón.
Una vez Che (mi esposo) me enseñó un libro que se llama Jesús es de Judah Smith. Fue una lectura que cambió mi forma de pensar y de ver la vida. El libro dice que todos somos pecadores, pero el más pecador de todos soy yo y que todos los días necesito que la gracia de Jesús se acerque a mí.
Puede que al leer esto te sientas identificado porque alguien de la iglesia te juzgó, rechazó y no te trató con el amor que necesitabas. Quizá no te dio el tiempo que anhelabas, y te sentiste desplazado y como un número más. En nombre de la iglesia te quiero decir: ¡Perdón! Los líderes, pastores y miembros de la iglesia somos humanos, nos equivocamos muchas veces y frecuentemente. Todos los días nos transformamos por medio de Dios, Su gracia y Su unción.
Hace un tiempo acerqué a una oveja que había sido parte de nuestro discipulado; la invité nuevamente a que regresara. Recuerdo que cuando era discípula la iba a traer y a dejar a su casa, la cuidaba, estaba interesada por ella; sin embargo, ella tenía mucho trabajo y con el tiempo se alejó. Le di su espacio, pero se fue. Sé que tuve que haber insistido más. Años después me dijeron que ella no quería ser parte de nuestro discipulado porque no la habíamos cuidado.
No les niego que me frustré porque recuerdo que me esforcé para que permaneciera; ahora sé que hay dos versiones de una historia. Un líder puede pensar que se esfuerza por cuidar a su oveja —como me pasó a mí— y la oveja puede sentir que no la están cuidando —como le pasó a ella—. Como cristianos, líderes y pastores estamos en constante renovación. No somos perfectos porque también tenemos nuestras luchas. Así que si estás peleado con la iglesia o con Dios porque un miembro te hirió solo tienes que saber que también cometemos errores.
No quiero justificar a nadie, pero todos estamos en una lucha personal. Hebreos 13:7 (NTV) dice: “Acuérdense de los líderes que les enseñaron la palabra de Dios. Piensen en todo lo bueno que haya resultado de su vida y sigan el ejemplo de su fe”. Al final, Pablo enseñó que recordaran lo positivo y que imitaran la fe. El único que no falla es Jesús; Él nos ama a pesar de nuestras faltas y nunca nos abandona.
Te quiero invitar a perdonar porque no eres responsable de las acciones de tus líderes o de las personas que te hicieron daño. Sin embargo, sí eres responsable de perdonar, levantarte y seguir adelante. Oro para que vuelvas a Jesús, que te encuentres con Él y que sanes esa herida para que se transforme tu forma de pensar con respecto a la iglesia. No estamos en búsqueda de una religión o de aprobación de un humano, sino de una relación con Jesús.
“Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia”. Jeremías 31:3