Hace poco iba en el carro con mi hija, Marcela, de 3 años y de la nada me dijo cantando: “Gracias por todo lo que haces”. En el momento me conmovió mucho y empecé a llorar. Le contesté con la voz quebrantada que lo hacía con mucho amor. Luego dijo: “Así dice Daniel, el tigre”, y el resto del camino se fue cantando esa frase.
Después le agradecí a Dios por el momento que me permitió tener con mi hija, porque sentí Su amor y bondad en esas palabras. Luego meditaba que Marcela ha visto la caricatura Daniel Tigre solo un par de veces, pero fueron suficientes para que ella pudiera aprender la frase. También me sorprendió que aprendió el momento para decirla y el valor de la misma.
Entonces el Espíritu Santo me recordaba el versículo 1 Corintios 15:33 (NBLA): “No se dejen engañar: ‘Las malas compañías corrompen las buenas costumbres’”. Nuestro corazón y espíritu son una esponja y es tan fácil alimentarlos. Es sutil como con una conversación, una canción pegajosa o una serie pueden llenar nuestro corazón de cosas que no nos edifican.
En Filipenses 1:9-11 (NBLA) Dios nos pide que abundemos en amor y en conocimiento verdadero para escoger lo mejor y poder dar fruto de Su Espíritu. Mi esposo y yo hemos sido cuidadosos de lo que ven nuestros hijos porque deseamos que aprendan lo que les edifica. Por ello, con amor de padre, Dios nos pide que cuidemos lo que conversamos, lo que vemos y lo que escuchamos. Él anhela que demos buen fruto de Su Espíritu para tener una vida en abundancia y paz.
“Porque la mente puesta en la carne es muerte, pero la mente puesta en el Espíritu es vida y paz” (Romanos 8:5-6). Si hoy no te sientes en paz o vivo, te invito a evaluar las conversaciones que has tenido, lo que has escuchado y lo que has visto, ya que esto alimenta el corazón y el espíritu.
Por: Andrea Montenegro