Hace unos meses fuimos a una boda con Aída, mi esposa. Fue al aire libre por lo que el clima era muy importante para ese día. Durante toda la semana hizo buen clima, un poco de frío, pero nada por lo que uno debiese preocuparse. Cuando llegó el día del evento, amaneció lloviendo y con neblina; uno espera que conforme avance el día se despeje todo, pero no fue así. El sol salió más o menos como a las 5:00 p.m., casi cuando ya había finalizado la boda.
Obviamente toda esta situación pudo haber generado estrés en la pareja, la familia y los invitados. Aunque no estuve en el lugar previo a la boda, cuando llegué todos estaban bastante tranquilos celebrando el gran momento. Claro, se hicieron ciertas adecuaciones por el cambio de clima, pero el plan siguió en marcha a pesar de la lluvia.
Todo esto me recordó a una historia de la Biblia en la que los discípulos de Jesús se encontraban en la barca y de repente empezó una tormenta. De repente, esta palabra es clave dentro de la historia. Si somos sinceros, la mayoría de los problemas que experimentamos surgen sin previo aviso. Nos encontramos en nuestra rutina y recibimos una llamada que cambia totalmente todo.
Cuando algo viene de repente nos da la sensación que todo se salió de nuestro control. Y sí, puede ser cierto, pero eso no quiere decir que Dios no puede arreglar la situación.
En la historia que mencione todo se pone más caótico porque Jesús se encontraba durmiendo. A veces sentimos que Él está dormido, mientras nosotros estamos pasando un problema. Jesús se encontraba dormido porque simplemente sabía que Su Padre estaba cuidado de Él. Así que no importaba si llovía o no, Él podía descansar tranquilo.
Cuando Jesús se levantó, primero, se dirigió a Sus discípulos y trabajó con la fe y los temores de ellos; luego, se dirigió a la tormenta hasta que todo quedó completamente en calma. El Señor no solo quiere arreglar las circunstancias que nos rodean, también quiere traer paz a la tormenta de emociones que podemos estar experimentando.
Tres cosas que hicieron bien los discípulos en medio de la tormenta:
-Acudir a Jesús.
-Reafirmar su fe y confianza en Jesús.
-Dejar que Jesús hable a sus vidas y al problema.
Puede que estés en la peor tormenta de tu vida, pero no dudes que Jesús puede calmarla con una sola palabra.
Por: Diego Herrera