Tengo seis años y medio de matrimonio y han sido los mejores años de mi vida. Sin embargo, antes de estar casada le tuve miedo al matrimonio, aunque quería uno como el de mis papás. Veía un matrimonio en donde Dios era el centro y que a pesar de los problemas el amor mutuo los sostenía y los mantenía unidos.
Antes de mi matrimonio tuve una relación que me lastimó mucho. Estaba tan rota por dentro que no me sentía digna de un matrimonio y yo me juzgaba. Sentía que nadie me debería de amar y que no tenía valor alguno. Dios trató conmigo durante un año, me empezó a mostrar que me amaba a pesar de mis errores. También pude ver a través del esposo que me dio la manifestación de Su eterno amor hacia mí.
No todo ha sido color de rosa, hemos pasado momentos difíciles y etapas donde tenemos muchas pérdidas que si no nos aferramos al Señor, nos hundimos. A pesar de los procesos nos hemos mantenido firmes en la fe y en Él. Lo más importante es estar juntos.
Los momentos difíciles se superan en compañía de quien amas. En Eclesiastés 4:9-12 (NTV) dice: “Es mejor ser dos que uno, porque ambos pueden ayudarse mutuamente a lograr el éxito. Si uno cae, el otro puede darle la mano y ayudarle; pero el que cae y está solo, ese sí que está en problemas. Del mismo modo, si dos personas se recuestan juntas, pueden brindarse calor mutuamente; pero ¿cómo hace uno solo para entrar en calor? Alguien que está solo puede ser atacado y vencido, pero si son dos, se ponen de espalda con espalda y vencen; mejor todavía si son tres, porque una cuerda triple no se corta fácilmente”.
¿Pero qué pasa si hay experiencias negativas con parejas pasadas? Puede que la relación de los papás no fue la mejor, o quizá hubo vivencias que marcaron la niñez, la adolescencia o el presente. También están las experiencias negativas de cuando la pareja no cree en el matrimonio o algunos amigos dicen que casarse solo quita la “libertad”. También puede haber matrimonios que no han vivido su mejor momento o terminaron en divorcio, pero eso no quiere decir que te pasará a ti.
Es tiempo de empezar a ver el matrimonio de manera diferente. Da temor creer en él poque el futuro es incierto, pero eso que no conoces puede llevarte a cosas muy bonitas. No camines en temor, sino en amor. Si tienes una herida en tu corazón, es momento para dejar que Dios la sane, que te renueve y te dé una nueva esperanza para construir un matrimonio sano.
Si nunca has orado por tu pareja o cónyuge, te motivo a que lo hagas. Este es un excelente hábito para aplicar por el resto de tu vida. Sobre todo, empieza a trabajar en ti para ser una mejor persona y tener un corazón sano para ser una buena pareja. En el momento correcto, el Señor enviará a la persona adecuada para tu vida. ¡Oro por ti, por tu futuro matrimonio o tu matrimonio actual! Dios es el centro de una relación sana, Él obra mediante Su amor en cada etapa de tu vida.