¡Cómo odié mi tercero de primaria! En la materia de Estudios Sociales teníamos que memorizar todos los volcanes, mares, ríos, lagos y no sé qué más de Guatemala. Recuerdo que lloraba mucho porque no se me quedaba nada (no me pregunten por qué, pero no sé cómo gané en curso). Genuinamente a mis diez años tenía una ansiedad horrible, al punto de que empecé a morderme las uñas. Ahora que lo pienso, hubiera aprendido a relajarme más y entender que no es la gran cosa; pero a mis diez años fue traumático.
Así es la vida. Muchos nos podemos ahogar en un vaso de agua, otros en un charquito, otros en un balde y otros en un mar gigante. Puede que haya problemas más grandes que otros, pero al final la sensación que tenemos es la misma: nos estamos ahogando al punto que sentimos que vamos a morir.
Mira lo que David decía en Salmos 86:1-7 (NTV): “Inclínate, oh Señor, y escucha mi oración; contéstame, porque necesito tu ayuda. Protégeme, pues estoy dedicado a ti. Sálvame, porque te sirvo y confío en ti; tú eres mi Dios. Ten misericordia de mí, oh Señor, porque a ti clamo constantemente. Dame felicidad, oh Señor, pues a ti me entrego. ¡Oh Señor, eres tan bueno; estás tan dispuesto a perdonar, tan lleno de amor inagotable para los que piden tu ayuda! Escucha atentamente mi oración, oh Señor; oye mi urgente clamor. A ti clamaré cada vez que esté en apuros, y tú me responderás”.
David genuinamente sentía que se estaba ahogando. No sé si era en un vaso de agua, en un charco o en el mar más profundo, pero sentía que ya no podía más. Cuántas veces hemos estado así, desesperados, pensando que no podemos seguir braceando y nos ahogaremos, así como el rey David. ¡Sí, un rey! Imagínate si alguien tan importante genuinamente necesitaba de Dios, definitivamente nosotros también lo necesitamos.
Pero ¿cómo es nuestra oración con Dios? Creo que a Él le gustaba tanto conversar con David porque hablaban transparente y genuinamente. Pero ¿por qué nos cuesta tanto tener ese tipo de oración con el Señor? ¿Será que la misma religión nos inhabilita a acercarnos a Él? Es tiempo de cambiar nuestra forma de orar y empezar a ser tú mismo y usar tus propias palabras. Sí, con esas palabras con las que te comunicas normalmente con tus amigos o familiares. Dios anhela tener una relación contigo, pero que sea genuina y de corazón.
Haz la misma oración que hizo David en Salmos 86:11-13 (NTV):
“Enséñame tus caminos, oh Señor, para que viva de acuerdo con tu verdad. Concédeme pureza de corazón, para que te honre. Con todo el corazón te alabaré, oh Señor mi Dios. Daré gloria a tu nombre para siempre, porque muy grande es tu amor por mí. Me has rescatado de las profundidades de la muerte”.
Le pido al Señor que te muestre Su camino, que seas puro y transparente de corazón delante de Dios y sobre todo que puedas ver el amor y cuidado enorme que tiene para ti.
“Pacientemente esperé a Jehová, Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos, y temerán, Y confiarán en Jehová”, dice Salmos 40:1-3.