Escribe en YouTube: “15 atletas que celebraron demasiado temprano”. Es increíble la forma en la que estos deportistas creyeron tener el primer lugar asegurado y bajaron la guardia antes de cruzar la línea de meta. No se dieron cuenta de que sus contrincantes, los que estaban más enfocados en llegar que en cantar victoria, los alcanzaron y reclamaron la medalla de oro.
Así como en los deportes, también en la vida de fe es mejor enfocarse en el proceso que creer que ya se ha conseguido el premio mayor. Un cristiano siempre debe estar trabajando y haciendo la voluntad de Dios, pero si baja la guardia porque cree haber llegado a la estatura que se le pide, puede que sea vulnerable y quizá tropiece ante las inevitables tentaciones de la vida.
En Filipenses 3:12-16 (NTV) dice: “No quiero decir que ya haya logrado estas cosas ni que ya haya alcanzado la perfección; pero sigo adelante a fin de hacer mía esa perfección para la cual Cristo Jesús primeramente me hizo suyo. No, amados hermanos, no lo he logrado, pero me concentro únicamente en esto: olvido el pasado y fijo la mirada en lo que tengo por delante, y así avanzo hasta llegar al final de la carrera para recibir el premio celestial al cual Dios nos llama por medio de Cristo Jesús”.
Pero pareciera que algunos cristianos viven su vida jactándose de que ellos ya están en un nivel superior a cualquier otro. Dios nos advierte que es en medio de esa soberbia que vienen las mayores tentaciones y derrotas: “Si ustedes piensan que están firmes, tengan cuidado de no caer. Las tentaciones que enfrentan en su vida no son distintas de las que otros atraviesan. Y Dios es fiel, no permitirá que la tentación sea mayor de lo que puedan soportar. Cuando sean tentados, él les mostrará una salida, para que puedan resistir”, dice 1 Corintios 1:12-13 (NTV).
Para no caer en la trampa debemos saber que en la vida terrenal la carrera sigue, con o sin nosotros. “Cuando hay una carrera, todos corren para ganar, pero solo uno recibe el premio. Así que corran para ganar. Todos los deportistas que compiten en la carrera tienen que entrenar con disciplina. Lo hacen para poder recibir un premio que no dura. Pero nuestro premio dura para siempre. Por eso yo no corro sin una meta, ni peleo como los boxeadores que solo dan golpes al aire. Golpeo mi propio cuerpo, lo castigo para controlarlo, para así, no resultar yo mismo descalificado ante Dios, después de haber anunciado la buena noticia de salvación a los demás”, dice 1 Corintios 9:24-27 (PDT). No bajemos la guardia y sigamos creyendo que es Cristo quien nos justifica y hace victoriosos.
“No fue con sus espadas que conquistaron la tierra, ni sus brazos fuertes les dieron la victoria. Fueron tu mano derecha y tu brazo fuerte y la luz cegadora de tu rostro que los ayudaron, porque los amabas. Tú eres mi Rey y mi Dios; tú decretas las victorias de Israel”, dice Salmos 44:3-4 (NTV).
Por: Daniela Quintero de Ardón