Quiero abrirte mi corazón como pocas veces lo he hecho en este espacio. Te narraré unas de las historias que nunca hubiese querido vivir y mucho menos contar: en 1995, cuando tenía cinco años, me encontraba en mi casa junto con la persona que nos apoyaba haciendo la limpieza. No voy a entrar en detalles innecesarios pero fui abusado sexualmente por esta persona. A esa edad no entendía qué había sucedido y fue hasta comienzos de mi adolescencia cuando cobré noción de que había sido abusado.
Guardé silencio durante los siguientes doce años después de ese suceso. No lo quería hablar con nadie. Me sentía sucio, culpable y enojado. Así fue como crecí con un profundo dolor por lo que había pasado y todo lo iba guardando en mi corazón. El silencio fue la opción que escogí para olvidarlo, pero conforme pasaban los años me di cuenta de que no me estaba ayudando para nada.
Una parte de mí se sentía culpable de lo que había sucedido y es algo que con regularidad todos hacemos: buscar al culpable. Incluso los discípulos de Jesús tuvieron una discusión respecto a esto de la búsqueda de culpables en una situación determinada. Mientras ellos buscaban culpables, Jesús se enfocó en el propósito (Juan 9:1-3). Con esto no quiero decirte que Dios permitió ese dolor que experimenté, sino darte esperanza y decirte que en Sus manos incluso ese dolor tan profundo puede cobrar sentido y propósito.
Si a ti te pasó lo mismo que a mí, déjame traerle paz a tu corazón y decirte una cosa: ¡no fue tu culpa! Y por más doloroso que haya sido, en medio de las cenizas de dolor puede surgir algo bueno. Por más que te cueste creerlo solo ponlo en las manos de Dios y Él sabrá qué hacer (Génesis 50:20).
Hubo una decisión que fue clave para empezar mi proceso de sanidad y fue la de perdonar a la persona que había abusado de mí. No fue nada fácil. Me costó mucho, pero entendí que era necesario para sanar. La gente dice “el tiempo todo lo cura”, pero realmente lo único que cura es tomar decisiones y yo tomé la de perdonar. Pasé doce años con dolor y solo fue hasta que tomé esa decisión que mi corazón encontró alivio. Por eso te invitó a que hoy decidas perdonar a esa persona que te causó tanto daño (Lucas 23:33-34) y de esta forma logres encontrar la sanidad que tanto necesitas.
Durante mucho tiempo de mi vida pensé que este suceso iba a definir lo que yo era. De hecho, por mucho tiempo sí lo hizo: mi personalidad, mi carácter, mi autoestima se habían deformado por lo que había sucedido. Sin embargo, hubo un punto de inflexión y fue el 10 de noviembre de 2007 cuando conocí a Jesús. Ese día me di cuenta de que había una nueva oportunidad para mi vida.
No sé cuál sea tu historia ni el dolor que llevas en el corazón, pero lo que sí sé es que en Jesús puedes encontrar un nuevo comienzo (2 Corintios 5:17). Eso que experimentaste no te va a definir. El único que puede definir quién eres es Dios. Vas a superar el dolor y a salir adelante. Vivirás el propósito que Él diseñó para ti porque Su amor es más grande que cualquier herida.
Por: Diego Herrera