Llevo mucho tiempo pensando en escribir esto, pero la vergüenza, ansiedad y tristeza se había apoderado de mí. Hoy decidí abrir mi corazón. Desde que soy pequeña mi sueño y anhelo era ser mamá. Literal, estudié en la universidad y terminé la carrera, pero pensando en que mi meta era ser mamá.
Mi esposo y yo llevamos cinco años y medio de casados (un hombre maravilloso, un verdadero regalo de Dios). Después de dos años decidimos probar tener hijos, pero al mes y medio de quedar embarazada perdimos al bebé. Un año después nuevamente quedé embarazada y perdimos al segundo bebé. Nos hicimos muchísimos exámenes, pruebas, tomamos mucho medicamento y al final del día siempre los médicos nos decían que todo estaba normal. Fueron meses de mucha ansiedad, estrés y angustia donde no me sentía completa a pesar de que mi esposo siempre estuvo ahí y me trató con mucho amor. La presión social era complicada y también la misma presión que yo solita me hacía.
El año pasado, después de mucha desesperación y angustia, el Señor trató con mi corazón. Tuve que entregarle a Él ese anhelo que tanto tenía desde mi niñez. Fue un año de entrega donde tuve que darle mis anhelos y mis sueños a Dios. Me dolió, me costó, pero lo logré. No te digo que ha sido fácil. Aún conservo mi anhelo de ser mamá, pero decidí que con o sin hijos seremos felices y agradecidos con Dios.
Hoy te propongo que vivas en paz y agradecido con Dios: con hijos o sin hijos, con dinero o sin dinero, con problemas o sin problemas, simplemente mantente en paz y agradecido con Él por lo que tienes. Aprende a disfrutar la vida en cada etapa que estás viviendo, sabiendo que Dios tiene el control de ti. ¡Decide ser feliz!
Filipenses 4:11-13 dice: “No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.