De niña amaba las Barbies y cuando mi familia se mudó a un nuevo condominio conocí a dos aficionadas más que por fortuna eran de mi edad. Un día estábamos jugando cuando de pronto se desató una pelea de proporciones cósmicas para mi pequeño corazón, solo porque no quise prestarles un accesorio que yo estaba utilizando en mi historia. Cabe mencionar que empaqué todas las cosas y regresé a mi casa en una escena dramática. Horas después sonó el teléfono de la casa: eran mis amigas pidiéndome que llegara al área de juegos para enmendar el asunto.
Para mi sorpresa, al llegar me encontré con dos pequeñas vándalas que me estaban esperando. Me acorralaron y se vengaron de mí jalándome el pelo y pegándome. No está de más decirles que a partir de ese día olvidé cómo decir “no”. Parece chiste, pero fue real.
Momentos así, traumáticos, hacen que perdamos la noción de los límites necesarios en relaciones saludables y busquemos complacer a todos a nuestro alrededor sin respetar la esencia de individuos que Dios nos ha dado. Los doctores Henry Cloud y John Townsend lo describen así: “La ley de la motivación dice: Primero, libertad; segundo, servicio. Si usted sirve para librarse de su temor [en mi caso, ser rechazada], está condenado al fracaso. Permita que Dios se encargue de sus temores, los resuelva y cree límites sanos para proteger la libertad a la que ha sido llamado”.
En ocasiones decir “no” es necesario para cumplir con lo que nos dice la Biblia en Proverbios 4:23 (NTV): “Sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque este determina el rumbo de tu vida”. Nos tocará decir que no a más de una petición que tendrá mayor impacto que tan solo prestar un accesorio de Barbie Malibú. Permitamos que el Espíritu Santo nos guíe a tomar decisiones correctas y seamos firmes cuando decimos “sí” o “no”.
“Pero sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación”, dice Santiago 5:12.
Por: Daniela Quintero de Ardón