Me causa mucha gracia cuando me encuentro con personas que nunca contestan lo que uno está preguntando o que no siguen el hilo de la conversación que se tiene. He llegado a pensar que realmente no me están poniendo atención, porque les pregunto ¿cómo están? Y me responden algo acerca de la economía del país o de cualquier otro tema.
Siendo sincero yo soy de ese tipo de personas a las cuales le preguntan algo y se va por las ramas. Alguien puede preguntarme algo acerca de mi serie favorita y podemos terminar hablando sobre extraterrestres o teorías conspirativas. Si puedo defenderme de alguna forma respecto a mi escasa capacidad de seguir el hilo de las conversaciones, es que Dios con bastante regularidad pareciera hacer lo mismo, no responde lo que específicamente le preguntamos.
Hay una conversación que me llama la atención y es la que encontramos en Jueces 6:15-16 (NVI) “—Pero, señor —objetó Gedeón—, ¿cómo voy a salvar a Israel? Mi clan es el más débil de la tribu de Manasés, y yo soy el más insignificante de mi familia. El Señor respondió: —Tú derrotarás a los madianitas como si fueran un solo hombre, porque yo estaré contigo”. Gedeón le preguntó a Dios ¿Cómo iba a hacer algo? Y Él le respondió quién lo iba a acompañar. Pareciera que al Señor no le interesó resolverle las dudas a Gedeón.
Cuantas veces en nuestra vida le hemos preguntado a Dios: “¿Cómo?” “¿Cuándo?” “¿Dónde?” “¿Con quién?” Y a veces pareciera que Él solo guarda silencio. Encontré en las Escrituras una constante en las respuestas del Señor y es que sin importar la pregunta, Él siempre responde que irá con nosotros. Así fue con Gedeón, Moisés, Josué y en mi vida. No es que a Dios no le guste responder preguntas, pero Él conoce que lo único que necesitamos saber, es que no estamos solos.
Podría ser que a esta altura de la vida tengamos bastantes dudas y estemos viviendo mucha incertidumbre por la situación que estamos atravesando, pero recordemos una sola cosa: Su presencia siempre irá con nosotros.
Por: Diego Herrera