En Génesis 3:22 leemos que Dios decidió custodiar el Árbol de la Vida para que Adán y Eva no comieran de su fruto; porque, si lo hacían, vivirían para siempre.
Antes veía esta decisión divina como algo casi implacable y, como muchas personas, pensaba que no encajaba con la idea de un Dios “bueno” y “misericordioso”, pero ahora entiendo que evitar que los hombres vivieran para siempre fue uno de los mayores actos de amor que registra la Biblia. ¿Por qué? Porque si el Señor hubiera permitido que nuestros primeros padres comieran de ese árbol y no murieran, habrían vivido para siempre, pero en condición de pecado y separados de Dios. Y, junto con ellos, nosotros habríamos heredado la eternidad ya en condena, pues en Romanos 6 vemos que Jesús nos libera del poder del pecado a través de la muerte.
Que Dios no los dejara comer del Árbol de la Vida debe haber dolido, seguro. Pero a veces las espinas son el papel de regalo en el que Dios envuelve Su bondad, como esa ocasión en que nos dio a Su Hijo en la cruz.
Por: Sergio Estrada