Lucas 12:32 (RV1960)
No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino.
La única vez que Jesús se refiere a Sus discípulos como grey (poimion) les pide que no teman, que busquen el reino de Dios, que todas las cosas serán añadidas y que al Padre le ha placido darles el Reino. Poimion es la misma palabra que Pedro usó cuando exhortaba a “apacentad la grey”. Pedro recibió el cuidado así como los jóvenes en las iglesias de Asia Menor estaban recibiendo el cuidado de los ancianos. Pertenecían a un grupo siendo enseñados en el reino del Dios por el buen pastor.
1 Pedro 5:4 (RV1960)
Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria.
Archipoimen es la palabra que decide utilizar Pedro al describir a Jesús. Su significado es «pastor principal». En este caso, la connotación de «principal» no es de organización, sino de reino. El reino que Jesús pidió a Sus discípulos que establecieran en la Tierra.
Es curioso que el nombre para describir a Jesús no haya sido el de «Buen pastor», como se refirió a sí mismo, sino es el de “Príncipe de los pastores”. Si los ancianos cumplían la función de alimentar (bosko y poimaino), si Pedro y los apóstoles también cumplían con esa función ¿Qué los hacía buenos pastoreando? El reto está en mantener el ADN del Príncipe de los pastores.
Juan 10:11-18 (RV1960)
Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.
Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa. Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas. Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen,
así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas. También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor. Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.
El apóstol Pedro encontró el ancla que lo iba mantener estable en momentos de confusión; o sea, el Príncipe de los pastores. El contraste perfecto cuando creemos que lo estamos haciendo mejor que los demás, el contraste necesario cuando pensamos que somos superiores. El Príncipe de los pastores desmorona cualquier plataforma de señorío, descubre cualquier justificación de ganancia deshonesta, te recuerda que Su vida entregada por ti no fue por obligación ni a la fuerza, sino voluntariamente, y Su ejemplo presente en nuestra vida es el ancla de nuestro liderazgo.
En el ejemplo de Jesús no caben ganancias deshonestas. No es necesario utilizar la coerción. Su fuerza interna y Su ánimo pronto se volvieron tan poderosos que voluntariamente hizo sacrificios hasta el punto de entregar Su propia vida. Jesús resumió el buen pastorado en una frase: dar la vida por los amigos. Él espera lo mismo de nosotros.
Juan 21:15 (RV1960)
Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta mis corderos.
Por: Juan Diego Luna