No existen dos vidas iguales. Cada persona es única y por lo tanto cada historia lo es. Creo que hay mucha belleza en esa verdad, pero dentro de ella lleva implícita la habilidad de entender que si cada historia es distinta nuestros tiempos no serán iguales.
A algunas personas les tomará muy poco tiempo lograr lo que a otros les tomó años. Alguien podrá casarse con su novio de colegio y a otra persona le tomará 35 años encontrar al indicado, hay quienes se hacen padres muy jóvenes y otros que luchan durante años para lograr concebir un hijo. El tiempo en que las cosas suceden no hacen una historia mejor que la otra, pero sí la hace única.
La Biblia nos ilustra esta idea en una escena en donde dos mujeres embarazadas se reúnen y se alegran por la otra, una joven que parecía estar anticipándose a su tiempo y la otra de edad avanzada que parecía ya no tener oportunidad de tener un hijo. María e Isabel, la joven y la anciana, ambas en una misma situación, una “adelantada” y la otra “retrasada” ante los ojos del mundo, pero la historia se estaba escribiendo mientras la joven virgen daría a luz a Jesús e Isabel a Juan el Bautista. Ambas estaban viviendo el tiempo perfecto en la historia de la cual forman parte.
No existe un “antes de tiempo” para quien entiende que cada historia es única. El tiempo es una constante que está en las manos de Dios, una constante incierta más allá de las 24 horas que tienes hoy. Por ello, ocúpate en el tiempo y no te preocupes por él. Es decir, siembra aquello que anhelas y deja lo demás en las manos de Dios. Abraza tu historia, abraza tus tiempos, no como quien abraza un cactus sino como quien aprovecha lo que vino a sus manos y se alegra en ello. No pierdas tu vida anhelando tener la de alguien más porque te perderás del regalo de tener una historia única.
Por: Mónica Tello