Hace un par de semanas un buen amigo mío subió algunos stories en Instagram mostrando lo especial que había sido el servicio de su iglesia ese domingo. Pero mi reacción natural fue comentar el único storie donde mostraba los tenis que usó ese día, diciendo: “Qué hermosos están esos Vans”, para lo cual mi amigo me contestó riendo: “No la cantidad de gente que llegó, ni lo buena que estuvo la banda: los tenis fue lo que más te gustó”, y la verdad debo confesar que no es la primera vez que me pasa… Sí, a ese nivel me gustan los sneakers o tenis, pero aunque no lo crean, una de las mayores enseñanzas que Dios me ha dado fue por medio de unos tenis.
A los 11 años recuerdo que solo tenía un par de tenis, los cuales eran negros y no eran de amarrar, sino que funcionaban con unos elásticos. Un día de tanto usarlos el elástico de uno se rompió. Rápidamente hablé con mis papás sobre la posibilidad de que me compraran otros porque al siguiente día me tocaba educación física en el colegio y debía llevar tenis, pero mis papás me contestaron que esa semana no podían comprarme otros y tendría que esperar.
Creo que muchas personas hubieran hecho un berrinche al tener la respuesta que no querían, pero lo que hice en ese momento fue buscar una solución. Al final lo único que se me ocurrió fue engraparlos y para disimular un poco las grapas decidí pintarlas de negro. Lo cual terminó siendo un fracaso porque tan solo puse un pie en mi colegio se dieron cuenta que llevaba unos tenis engrapados y se burlaron de mí todo el día.
Quince años después estaba ahorrando para un viaje que iba a hacer a Europa durante un mes y de repente vi en internet dos pares de sneakers que me gustaron mucho. Pero eran muy caros y yo estaba en plan de ahorro, así que decidí no comprarlos, aunque igual admito que los veía en mi computadora a cada rato. Un día mi papá llegó a mi cuarto y me dijo: “Mira, he visto que te gustaron dos pares de tenis y te los quiero regalar”, y ya se imaginarán mi alegría en ese momento.
Más tarde, ese mismo día fui a cenar con mis papás y comenté que quería comprar una cámara más liviana que la que tenía para llevarla al viaje. Vi que ellos conversaron algo y luego mi papá me dijo: “Compra la cámara que quieres, te la vamos a regalar”. En ese momento no sabía ni qué responder de la felicidad y el asombro (debo admitir que pensé: “ya me dijeron que me compran los sneakers y la cámara, debo pedir algo más”).
Al terminar de cenar le pregunté a mi papá que por qué me estaban regalando las cosas que quería y mi papá con una sonrisa en el rostro me dijo: “Tú talvez no te acuerdes, pero hace muchos años cuando se te rompieron unos tenis y no teníamos para comprarte otros mantuviste una buena actitud y no hiciste berrinches ni nada, sino que te fuiste a engraparlos y siempre se quedó guardada esa imagen en mi corazón. Por eso, ahora que Dios nos ha bendecido, trataré de darte todas las cosas que quieres”.
Imagínense que mi papá, no siendo el hombre más rico del mundo, está dispuesto a darme lo que quiero o necesito porque en un mal momento mantuve una actitud buena. ¿Cuánto más Dios, que es nuestro Padre Celestial y el dueño de todo, no va a querer darnos todo lo que queremos si mantenemos la actitud correcta en medio de las crisis?
Ahora que lo pienso talvez por eso me gustan tanto los sneakers, porque de cierta manera me recuerdan la fidelidad de Dios y de cómo nunca se olvida de los detalles.
Por: Luis Túchez